domingo, 30 de septiembre de 2012

RISAS EN LA PENUMBRA

Anochecía en los Claros de Plata, con una leve claridad que daba a los centenarios árboles un curioso tinte: rojo por un lado y plateado por el otro. La mezcla de tonalidades resultaba exótica, pero no más que las hermosas flores que adornaban muchos de los árboles. Una luna llena, de un tamaño inusitado y un resplandor impropio de la hora, dominaba el cielo.

Dos figuras se deslizaban por el profundo bosque sin hacer el más leve ruido al moverse, pese a que se podía descubrir su posición por la animada conversación que mantenían. Una de las voces era chillona, aguda y hablaba excitadamente, con ese tono de voz que podría hacer saltar los tímpanos al mas pintado. La otra voz era más suave, sosegada y melosa, pero con una nota que irritaría a cualquier persona, probablemente debida a una tonalidad en constante mutación; o tal vez por el leve tono sardónico que impregnaba cada una de las frases, y que hacia pensar a todo aquel que le escuchase con atención que lo que te decía no tenía ya un doble sentido, si no que directamente contenía más facetas que una gema tallada.

-No me parece una feliz idea, Iles - se quejo la voz chirriante -. No solo no le caes bien a ella, si no que si el jefazo se llega a enterar de todo esto probablemente te tire de cabeza monte abajo. Tan abajo que podrás verle los pololos a Shar desde una ventajosa posición.

El otro interlocutor se rió ante la ocurrencia de su acompañante.

-¡Eso si seria una visión interesante, Sombra! Algún día tendremos que hacerlo. Pero no te preocupes, no será hoy. En cuanto a la idea, a mi me parece una ocurrencia genial. Ahora, chitón; estamos ya cerca, y la señora tiene buen oído.

El llamado Sombra dejo de hablar, pero no de mascullar para si mismo.

En un claro cercano, una preciosa elfa contemplaba la luna llena con serena concentración. Sus pies, desnudos, estaban sumergidos en una pequeña poza que reflejaba la luna, iluminando aún más el calvero. La mujer elfa era verdaderamente una gloriosa visión: de elevada estatura, tenía un cabello de color platino, ojos del color de la plata recién forjada y la piel de un blanco cremoso parecida al marfil pulido. Vestía con sobriedad, una túnica larga plateada que no ocultaba lo mas mínimo sus encantos, si no que mas bien los realzaba con elegante desparpajo. Las únicas joyas que portaba eran un par de pendientes de mithrill tallados en forma de luna creciente y descendiente y un anillo de oro blanco. Junto a ella, reposando contra las piedras que bordeaban la poza, descansaba un hermoso instrumento: un arpa de corte de más de un metro de altura y decenas de cuerdas.

La concentración de la elfa se desvaneció en un instante, cuando sus ojos se fijaron en un lado del claro. Relampaguearon durante un momento con algo parecido a la ira, pero al instante volvieron a la normalidad. La mujer suspiró resignadamente.

-Adelante, pasa sin dudarlo. No te quedes merodeando entre los árboles. Y trae a tu acompañante contigo - Su voz poseía una resonancia única; suave y seductora, pero a la vez severa y dominante, parecía como si tres mujeres de tonalidades diferentes hubiesen acoplado sus voces tan perfectamente como para crear una única cadencia musical.

Dos seres se hicieron visibles inmediatamente en el borde del calvero.

Uno de ellos era, a primera vista, un elfo. Grácil, de movimientos fluidos, a duras penas llegaba a los cinco pies de altura, y vestía unas gastadas prendas de viaje de cuero y tela ennegrecida por tanto trajín. Portaba una baqueteada espada corta en su cadera izquierda, y un voluminoso macuto a sus espaldas, cargado con todo tipo de utensilios y cachivaches, pero que no producía ningún ruido al moverse, salvo el ocasional e inevitable "clonc" cuando la prominente sartén de bronce que sobresalía de la parte trasera se balanceaba lo suficiente para golpear un cazo de latón que colgaba negligentemente en un costado. Sin embargo, dicho sonido solo se producía en los momentos cómicamente apropiados, lo que daba que pensar acerca de la intencionalidad de este. Por lo demás, el elfo era de lo más anodino imaginable, con unos rasgos faciales suaves y totalmente vulgares, si bien esta fachada de normalidad se caía por su propio peso ante dos rasgos inusuales: sus ojos parecían contener miles de estrellas en constante movimiento; además su boca era exageradamente grande, y más aún cuando sonreía – que era casi siempre – momento en el cual parecía estirarse de oreja a oreja.

El otro ser era una curiosa criatura de aspecto dracónico, pero de apenas dos pies de longitud, y con unas exóticas alas multicolores de aspecto reminiscente a las de una mariposa tropical. Su pequeña cabeza estaba dominada por una enorme boca dentuda que – idéntica a la de su homólogo – parecía sonreír socarronamente a todo lo que le rodeaba, y un par de enormes ojos que observaban todo lo que le rodeaba con curiosidad y algo de malicia. El dragón-mariposa estaba en constante movimiento, bien aleteando alrededor del elfo, o bien apoyándose en los hombros de este y cambiando de posición entre ellos con una rapidez inusitada.

Ambas criaturas realizaron exageradas reverencias ante la elfa según se aproximaban, hasta tal punto que hubiesen rivalizado con el mejor sicofante de los reinos. Sin embargo, la impresión que daban era de una burla no demasiado bien encubierta.

-Tenéis bastante valor para presentaros ante mi de esa guisa después de vuestra última jugarreta – proclamo solemne la elfa, con su curiosa voz.

El elfo se mostró sorprendido, y el pequeño dragón puso su mejor cara de compungido.

-¡Oh! Mi señora, podéis creernos si os decimos que no era nuestra intención causar esas molestias. La situación se nos fue de las manos y, bueno, realmente… - la elfa levantó la mano y el visitante  calló de inmediato.

-Bien, bien. Seguro que tú y tu compinche no habéis venido aquí a disculparos por pasadas fechorías. ¿Qué es lo que queréis?

El elfo volvió a hacer una profunda reverencia y una sonrisa zalamera y astuta ilumino su cara, con lo que su boca se abrió a lo ancho de toda su cara.

-Mi hermosa dama, acongojados por pasados, estoooo, errores, hemos decidido compensaros de algún modo por las molestias causadas. – El elfo se interrumpió ante la mirada desconfiada de su anfitriona.

-¿Compensarme? Y ¿como exactamente? Aún recuerdo pasadas jugarretas tuyas – y uno de los tonos, el más sensual se superpuso a los otros dos, en un tono claramente quejumbroso –. Si, como cuando mezclaste algún tinte infernal con mi maquillaje y fui con la apariencia de un mapache a la gran fiesta de los árboles cantantes.

-Bueno – comentó con desparpajo el viajero elfo acomodándose en una de las piedras que circundaban el estanque –, a decir verdad, no fue exactamente a vos a quien hice semejante fechoría. Y por otro lado, tampoco fue intencionada. Intentaba conseguir una mezcla realmente llamativa y… en fin. Reconozco que no soy un experto en alquimia.

-Bien – comentó de nuevo la elfa con ese tono triple, como reafirmándose ante ella misma -, ese tema es viejo y esta zanjado desde hace tiempo. ¿Qué quieres ahora?

-Como decía, venía a compensaros pasados errores aportándoos una información muy interesante. Veréis, ¿os acordáis de Illefarn? ¿Del hermoso santuario que poseíais en Ardeep? Esa colosal torre levantada con tanto esmero por los esforzados elfos lunares del boque de Ardeep para mayor gloria vuestra, donde se realizaban estudios y acudían estudiosos de todos los reinos elfos…

-Me acuerdo perfectamente de mi templo. Gracias – comentó la elfa con un leve tono de irritación mezclado con nostalgia –. Se elevaba hermoso como una arista triple de cristal entre los centenarios árboles del Ardeep, y estaba lleno de vida y fe. La gente viajaba de lejos para rezar en el y aprender todo tipo de conocimiento, y en el patio los guerreros y cruzados se entrenaban en la defensa de su patria. Pero todo eso se acabo. Fue destruido durante las Guerras de la Corona por esos depravados elfos dorados de los Vishan y sus descerebrados soldados de Aryvandaal. Y todos mis sabios sacerdotes, los estudiosos y los guerreros que habían protegido Illefarn durante tanto tiempo fueron vilmente asesinados utilizando la propia magia y las armas que ellos habían ayudado a crear…

La mujer se interrumpió para soltar algo parecido a un lamento sollozante, y el viajero se inclinó para darle un cariñoso apretón en un hombro.

-Bueno. Todos sufrimos durante ese oscuro periodo. Y hemos sufrido más aún con la decadencia de nuestra gente desde que la hermosa edad dorada acabó en esas guerras. No obstante, os traigo algunas buenas noticias relacionadas con vuestra torre. Una especie de compensación del destino, podría decirse…

El elfo contemplo astutamente a la mujer, y cuando vio que mostraba interés, continuó su perorata.

-Sobre el emplazamiento del templo los humanos que ahora habitan esas tierras no han construido nada, ya que siempre han sentido que ese lugar no les pertenecía. Pero ahora, una poderosa hechicera elfa ha comenzado a levantar un nuevo centro de enseñanza. No tan importante o famoso como el que antiguamente lo ocupó la Torre, para mayor gloria vuestra, naturalmente. Pero algo hermoso y significativo para los tiempos de decadencia en los que vivimos. Y lo que es más, y lo que me llamó la atención al instante, ya que me pareció una señal del destino – y aquí el zalamero elfo bajo la voz hasta un susurro – Por lo que he oído y visto a hurtadillas por allí, creo que esa elfa ha descubierto los restos de vuestro santuario y el Mythal que lo mantenía. Y tras enfrenarse al mal que estaba atrapado en el, esos viles agentes de los Vyshaan, les dio finiquito y purificó el santuario.

La elfa emitió un grito de sorpresa, y contempló asombrada a sus visitantes. Luego cayó en un profundo ensimismamiento.

-Bien, eso era todo, mi señora. Creí interesante, mejor dicho, una necesidad moral, el comunicaros semejantes nuevas. Espero que os puedan ser de utilidad. Y si me permitís un consejo, me da en mis huesos que los Tel’Quessir que residen en dicho lugar son del mayor interés para el destino de nuestra gente. Con independencia de su raza, si me permitís el atrevimiento. Creo que haríais bien en observarlos con detenimiento… Ahora, si no os importa, Sombra y yo tenemos un montón de asuntos que atender, gentes con las que hablar, y lugares que visitar.

Despidiéndose de su ensimismada anfitriona, que aparentemente no les prestó demasiada atención, las dos figuras se alejaron a buen paso del calvero.

-Iles, ¿realmente crees que…? – comenzó a preguntar el dragón-mariposa. Pero guardó silencio inmediatamente ante un gesto de su compañero elfo, que le señalo a las ramas de los árboles, donde decenas de pájaros les contemplaban con inusitado interés.

-Luego. Y en otro lugar, desde luego – murmuró el elfo.

E incrementando el paso, las dos figuras se desvanecieron en un borrón de movimiento, devorando millas de distancia a cada paso que daban. Muy pronto el paisaje que les rodeaba cambió de la hermosa y ligera foresta primaveral a un profundo bosque, poblado por árboles mucho mas viejos y maltratados, cubiertos de líquenes y con aspecto totalmente salvaje. Una vez hubieron profundizado en ese dominio, los dos viajeros redujeron su velocidad hasta detenerse.

-No creo que la buena de "Anghi" nos persiga hasta los dominios de Rillifane para oír nuestras inocentes conversaciones. No obstante… - el elfo se cubrió un su gastada capa, y alrededor suyo la penumbra se hizo algo más profunda a su alrededor. El pequeño dragón saltó excitado en su hombro.

-Iles ¿A que ha venido todo eso? ¡Te has vuelto loco! Has fijado la mirada de la Diosa Triple en la casa de Jhaelryna Viconia. ¡Como descubra lo que hizo su pareja por ahí, va a montar en furia! Te recuerdo que realmente son tres para ponerse furiosas. ¡Y los prontos de Hanali son horribles! Aún me acuerdo de los aullidos que metía con la tontería esa del rimel. No quiero ni pensar en lo que sucedería si descubren el pastel, tanto con su maridito como con la mortal doña-estirada y su dulce niñita. Y eso sin contar qué pasara si se llega a sospechar siquiera que tu estas detrás de todo esto. ¡El jefe se va a agarrar un mosqueo de mil demonios…!

El elfo rió maliciosamente

-Jajaja. No te preocupes, Sombra. Lo tengo todo bien calculado para que salgamos impunes de esta. Reconozco que cuando saqué a la niñita de la jaula de oro que le había construido papi, no lo medité a fondo, y nuestra intervención era fácil de percibir. Pero ahora he enredado tanto el asunto que eso ya carece de importancia… Aún si se descubre nuestra mano en su fuga, siempre podremos decir que ella nos pidió que la llevásemos con Jhaelryna, su amada y perdida madre, y movidos por la piedad la complacimos. Pero ahora el Viejo no podrá enfadarse demasiado, ya que ahora la mirada de su esposa esta puesta donde la jovencita anda holgazaneando con estilo y cierta opulencia (y no en menor medida gracias a nosotros). ¡Ja!

-Bueno, al menos a la joven no se la llevaran por la fuerza de vuelta a la jaula dorada si Angharrad tiene puesto un ojo sobre esas tierras. Y la capa de no-detección que la pusiste puede que la logre salvar de su mirada.

-¿Mi capa? ¿De la mirada de su ojo-luna? Esa si que es buena. La penetrará como un cuchillo caliente corta la mantequilla. Tejí esos hechizos para desorientar magia mortal, no la mirada una divinidad mayor. Y menos la de una que integra a la señora de la adivinación y la ilusión.

-Pero entonces la va a pillar de inmediato. ¿Y si se entera de quien es? Madre mía la que va a caer. ¡Y peor aun! ¡Verán quien hilvanó los hechizos de protección que rodean a la joven y vendrán a ajustarnos las cuentas a nosotros!

-Sombra, Sombra. Se me olvido comentarte que ese día se me había acabado hilo de pixie para mi magia, de modo que tuve que coger prestado algo de hilo de sol de nuestro amado jefe. ¿Y quien más salvo él usa ese componente para sus hechizos? Pues no caigo, la verdad...

El dragón miró admirado a su compañero

-Eres único enredándolo todo, Iles. Pero ¿Por qué quieres que estalle una bronca monumental entre Corellon y Angharradh? Sobre todo cuando puede afectar a los mortales involucrados, porque a nadie le hace gracia que le pongan los cuernos con una mortal… Preveo grandes problemas para Jhaelryna y su mocosa, y lo lamento por la niña, porque no me caía mal y me dio una tarta buenísima el otro día.

-No llegara la sangre al río, no te preocupes. No creo que “Anghi” haga nada demasiado desagradable con esas dos. En cuanto a las peleas conyugales, pues bueno, creo que últimamente el panteón ha estado bastante adormecido, y es hora de animar algo el cotarro ¿no crees?

Ambas criaturas se rieron maliciosamente, y sus carcajadas resonaron por toda la foresta. Un viejo zorro que pasaba por ahí, las oyó y salio corriendo en dirección opuesta con el rabo entre las patas.

-Los dioses nos amparen, el liante y su compinche draconico andan sueltos por aquí y tramando algo, es una mala noche para cazar. ¡Pobre de aquel en el que fijen su atención!

3 comentarios:

DSR dijo...

Mecagontó...la leche, mi pobre maga que es tan modosita, metida en líos con Dioses/as, un mal día lo tiene cualquiera señora Angarrath, el licor Pixie, la belleza del momento, me sentí deslumbrada por tanta Majestuosidad...No es lo que parece!

DSR dijo...

Me ha salido un enemigo mu peligroso, con sus bromitas me va a meter en unos líos mu gordos. Stupendo una Diosa que son 3 cabreada por que una mortal la ha puesto los cuernos con su maridito, uffffffffff, espero que lo del templo cuente algo...antes de que me defenestre. Jajajaja! Muy bueno Kike, el Señor Iles es un puerco con estilo!

Titoki dijo...

Hombre, yo no calificaria a Iles como "enemigo", ya que no tiene nada contra Jhaelryna a nivel personal. Es solo que le gusta meter jaleo y ha encontrado un filon con la archimaga y su problematica y polémica hijita.
Seguro que cuando se aburra, se ira a otro sitio con la musica. La cuestión es si la pobre Jhaelryna aguantará el tirón sin ingresar en el manicomio de Los Brazos de Mystra. Jajaja.