jueves, 25 de abril de 2013

LOS CRÍMENES DE LA MANGOSTA



Nutepsis maniobró diestramente su barca entre los bancos de arena de Iteru, mientras pensaba en su inminente futuro. Ese ramal del río era peligroso para la navegación, motivo por el cual era poco utilizado, pero Nutepsis llevaba navegándolo durante más de dos décadas, y lo conocía como la palma de la mano. Aún más, podía predecir como las sucesivas crecidas y las corrientes reconfiguraban los bancos de arena, y donde otros patrones de barca hubiesen encallado, Nutepsis era capaz de navegar con los ojos cerrados.
Iteru-Imenet, el gran río occidental – llamado sencillamente “el río” – era uno de los tres dones que el Gran Dios Creador había otorgado a la sagrada tierra de Kem: los tres valles de la vida. La sagrada tríada de la creación.
Desde entonces, había pasado mucho tiempo, y la maldad de los mortales había enfadado a los grandes dioses, los cuales habían desatado sobre el mundo la ira de Sekhmet la destructora. Las leyendas decían que la terrible diosa, sedienta por tanta matanza y destrucción, se había bebido de un trato Iteru-Shemau, trayendo la desolación absoluta al valle medio, creando el Gran Desierto Central y reduciendo las tierras de Khem a los dos ríos.

Todo esto lo sabía Nutepsis, y de vez en cuando incluso meditaba sobre ello sobre su barca, pero no esa noche. Esa noche solo pensaba en su futura buena fortuna y las riquezas que obtendría. “La fortuna sonríe a los valientes” decían algunos de los bárbaros de allende el mar del norte, y efectivamente debía ser así. Bes el sonriente parecía favorecerle en ese aspecto. No así en el de la navegación, ya que nuevamente parecía que se levantaba niebla al anochecer, un fenómeno raro y que dificultaba enormemente la navegación.
El barquero se arropó en su capa impermeable de tela barnizada y palpó el pesado cuchillo de bronce que portaba a su cintura. Las noches oscuras eran el momento predilecto de caza de demonios y otros horrores que el señor del caos, Apep, liberaba de los infiernos para torturar a dioses y mortales. Sería conveniente volver a casa cuanto antes.

La barca siguió descendiendo a buen ritmo río abajo, en dirección a Arish. No había clientes en ninguna de las dos orillas del río, cosa que también era normal a esas horas.
En otra ocasión el barquero hubiese suspirado y se hubiese lamentado ante un día tan poco provechoso, ya que tampoco descendían pasajeros desde Nephut y poca gente había subido por la mañana río arriba. Pero no ese día. Ese día solo pensaba en que dentro de poco podría retirarse de la dura vida de barquero.
Un sonido le sacó de tan agradables cavilaciones. La campana del embarcadero de Ampep, que le avisaba que había un cliente esperándole. Nutepsis giró la barca hacia la orilla oriental, y paleo con la vara vigorosamente para estabilizar su curso. Muy pronto pudo ver el embarcadero, y si bien el farol de aceite estaba apagado, se veía claramente una figura solitaria esperando la barca. Mejor así, a esas horas había que ser cuidadoso, especialmente con los sanguinarios bandidos de la banda de Setmoses actuando por las inmediaciones. El fornido Nutepsis no temía a un solo hombre; bien seguro estaba él de su pericia con el puñal.

-Buenas noches tenga usted – saludó a gritos cuando la barca se acercaba al embarcadero - ¿Hasta donde quiere bajar por el río? Yo paro en Arish ¿eh?

-Voy a Khem, pero llegarme a Arish me va bien. Pasaré allí la noche y continuaré mañana mi camino. – le llegó la respuesta.

El barquero maniobró la barca y la amarró, permitiendo al viajero subir a bordo. Al igual que el propio Nutepsis, el individuo iba arrebujado en una capa impermeable, pero no era blanca si no negra, y una capucha le protegía la cabeza del frío de la noche, impidiendo verle el rostro. Pero no era tan extraño. Poco acostumbrados al frío y mucho menos a la niebla, la gente de Khem solía ser bastante friolera.

-Hasta Arish serán tres piezas de cobre ¿eh?

El pasajero llevó su mano hasta la bolsa del cinto y sacó tres gastadas monedas de cobre y se las pasó. El barquero comprobó que fuese cobre del bueno mediante el sencillo método de morderla. Asintiendo, Nutepsis volvió a dirigir la barca hacia el centro del ramal, y el pasajero se sentó en uno de los bancos de la barca, mirando hacia la orilla Este, de modo que el barquero solo podía ver su costado.

-Vaya nochecitas que estamos teniendo ¿eh? Parece que Taweret nos este echando encima su húmedo aliento.

La figura encapuchada rió quedamente, y habló con una curiosa voz amortiguada.

-Veo que eres un hombre temeroso de los dioses.

-En esta tierra hay que serlo necesariamente. ¿Qué hombre sensato no sería respetuoso sobre las divinidades que rigen sobre su sustento y hasta su vida o muerte?

La figura asintió casi imperceptiblemente.

-¿Así que siempre respetas a tus superiores?

-Suelo hacerlo, si.

La figura volvió a asentir, esta vez de manera más visible.

-En cuanto a la niebla, asumir que es el aliento de la diosa Taweret tal vez sea pecar de excesivo. ¿No podría ser sencillamente que hace más frío que de costumbre y el agua de Iteru, que esta más caliente que el aire, origina los vapores?

El barquero miró anonadado a su pasajero.

-Veo que es un hombre entendido, señor. Un estudioso ¿no es así? Yo no soy más que un humilde barquero que solo sabe de manejar la barca y de las corrientes del río. Si usted dice que es por el calor del agua, seguro que será así, pero yo en mi humildad lo atribuyo a Taweret, bendita sea.

-Una respuesta muy sabía. Eres, aparentemente, un hombre prudente. Dime ¿llevas siendo barquero mucho tiempo?

-Más de veinte crecidas de Iteru, señor.

-Es un trabajo duro

-Si que lo es, señor. Trabajo día y noche, y tiene sus peligros, no crea que no.

-Y dime, ¿no te cansa? ¿No aspiras a algo más?

-No pretendo ser barquero toda mi vida, señor. De hecho, es posible que el próximo mes deje este trabajo y me dedique a otros menesteres.

-Así que el mes de Ichnemon, la mangosta, le traerá una nueva vida a Nutepsis el barquero ¿eh? – el viajero no pudo evitar un tono irónico, y Nutepsis dejó de remar con la vara. No recordaba haber dicho su nombre a su pasajero en ningún momento, y no le gustaba su tono de voz.

-Tal vez Nutepsis, el barquero ambicioso, obtenga su nueva vida antes. Tal vez en el mes de Krepri el escarabajo. Tal vez incluso esta noche de nieblas

El barquero agarro firmemente su pesado puñal de bronce bajo su capa. Media casi dos palmos y medio y era capaz de desmembrar a un humano de un único golpe firme. Lo había comprobado.

-Entiendo que le manda alguien que ha reconsiderado un trato… - comentó Nutepsis mientras calculaba la distancia hasta su pasajero.

-Me manda alguien que considera que un humilde barquero no debería inmiscuirse en los asuntos de sus mejores, ni tratar de mejorar su posición a costa de estos – comentó ligeramente el viajero mientras se levantaba  agilmente del banco. Sus dos manos echaron hacia atrás la capucha y revelaron una visión que heló la sangre del hombretón.

-Mafdet… – balbuceó aterrado Nutepsis.

-Si

Desesperado, el fornido pero ágil barquero desenvaino su pesado cuchillo y atacó en un fluido movimiento que hubiese partido por la mitad a cualquier oponente.
Sin embargo el pasajero, ya no estaba allí para recibir la cuchillada. Más rápido aún que su supuesto ejecutor, se echó a un lado y propinó un fuerte golpe en el hombro a Nutepsis.
El barquero se derrumbó como un buey al que hubiesen dado un mazazo. Sus piernas se negaban a sostenerle, y sentía sus brazos débiles y sin coordinación. Aún así intentó forcejear cuando su misterioso agresor se inclinó sobre el y, agarrándole, le levantó.

-Solo una cosa más antes de acabar. ¿Lo sabe alguien más? ¿Tu mujer? ¿Algún amigo? ¿Se lo has contado a alguien? – preguntó con su cavernosa voz.

-¡No! Lo juro por Anubis, que muy pronto estará pesando mi alma. Lo juro por Osiris, así me acoja en la Tierra Bienaventurada ¡No se lo he contado a nadie!

El pasajero cabeceó

-Te creo, barquero. No te preocupes, tu cuerpo será encontrado y podrá perdurar para la eternidad.

Dicho esto, y con una fuerza sorprendente, zarandeó violentamente al barquero, mucho más grande que él, y empujándole sobre la baja borda sumergió su cabeza bajo el agua.
Nutepsis, forcejeo con todas las fuerzas que le restaban, pero por algún motivo no lograba controlar totalmente su cuerpo, y el extraño le agarraba con pericia y no le soltó. El forcejeo del infortunado barquero se hizo más débil, y tras unos estertores agónicos especialmente violentos, dejó de debatirse. Aún así, el pasajero mantuvo la cabeza de su víctima un rato más bajo el agua, para asegurarse.

Pasado un rato, el individuo deposito suavemente el cuerpo de su víctima sobre uno de los bancos, y tomando la pértiga remó hacia la orilla. Arreglaría las cosas para que pareciera que el infortunado Nutepsis había encontrado su fin en el padre Iteru y se había ahogado. Los cocodrilos estaban aletargados por la noche, y encontrarían su cuerpo en la orilla del río antes de que el calor del día los despertase del todo.

Asintió satisfecho ante otro trabajo bien realizado. Preveía que no le faltaría labor en los próximos días.


miércoles, 3 de abril de 2013

RECUERDOS DE UN HALFLING III: DENTRO...


-¡Malditos asquerosos! ¡Miserables orejas picudas! ¡Estirados flacuchos! Ya veréis lo que es bueno. ¿Creéis que me habéis derrotado? ¡Esto no ha hecho más que comenzar! Hook, ¡Estas muerto! ¿Me oyes? ¡MUERTO! Y vosotras también, zorras relamidas. ¡Soltadme os digo, memos! ¡Soltadme y podréis ver de primera mano como me cargo a esos esperpentos elfos!

El Halfling se debatía como una furia en los brazos de dos fornidos celadores. Pese a toda su ira, estaba bien atado, y los dos enormes individuos le mantenían bien sujeto, de modo que lo único positivo que conseguía era injuriar a sus captores y llenar de arañazos y escupitajos a los dos sufridos hombretones. Enfrente, tres elfos lo contemplaban mientras hablaban con un par de sacerdotes de Ilmater y Mystra.
Dos de los elfos eran mujeres, una de ellas obviamente una hechicera de considerable poder, y la otra una guerrera enfundada en una hermosa cota de malla élfica. Las dos miraban al Halfling con una mezcla de conmiseración y preocupación.
El tercer elfo era un varón vestido con lujosas pero prácticas vestimentas oscuras y que portaba varias armas distribuidas a lo largo de su persona. Tenía un hombro vendado y favorecía el costado opuesto, lo que denotaba una dolorosa herida bastante reciente. Miraba al Halfling aparentemente preocupado, pero una ligera sonrisita sarcástica afloraba en sus labios.
Eran famosos aventureros elfos. La afamada archimaga Jhaelryna Viconia, la bella pero letal guerrera-maga Eliara Moonfist, y el notorio (pero generalmente odiado) pícaro y hechicero conocido Hook “el infame”. Se habían enfrentado recientemente al terrible asesino Halfling Bertrand Piesvelludos – apodado en ciertos círculos como “el Horrible Bertrand” – y habían logrado capturarle; no sin sufrir algunas de sus letales atenciones, como demostraban las heridas de Hook

-Espero que puedan tratarlo – comentaba Jhaelryna –. Obviamente el pobre esta fuera de sus cabales.

-Quiere decir que esta tan loco como una cabra – aclaró la otra elfa, con bastante falta de tacto –. Y no se olviden que es un individuo tremendamente peligroso. Intentó acabar con mi amorcito de una forma horrible y le hirió gravemente. ¡Pobrecito! ¿No es verdad cariñito? – añadió con una voz increíblemente empalagosa, abrazando al elfo.

-Claro que si, mi flor – le contestó este con voz igualmente melosa. La hechicera les miró con hastió, y los dos sacerdotes con bastante sorpresa. No era frecuente ver a dos elfos hablándose de forma tan afectada, como enamorados quinceañeros en una obra de teatro barata, y dudaron si les estaban tomando el pelo.
Los dos celadores, más centrados en su campo profesional y con menos mundo, murmuraron entre ellos de forma no excesivamente discreta.

-Espérate tú, que aún tenemos dos clientes más en el día de hoy

-¡Ejem! – tosió el clérigo de Ilmater, fulminando con la mirada a los celadores –. No se preocupen sus excelencias. Cuidaremos bien de esta pobre alma herida. Aquí en el manicomio de Los Brazos de Mystra, haremos todo lo posible porque recobre la cordura. Obviamente sufre de algún tipo de mal que le afecta el cerebro: eso explicaría la inusitada violencia y agresividad, más asombrosa aún en un Halfling, que son una raza pacífica y apacible.

-Eso es lo que deseamos, que curen a este desdichado – afirmó tajante la hechicera –. Esta claro que no es plenamente responsable de sus acciones por su enajenación. ¿Creen que podrán sanarlo?

-Bueno – intervino el sacerdote de Mystra –. La mente es compleja en extremo, y aún no sabemos bien como sanar todos los males que la afligen. Obviamente la magia ayuda, pero en los casos en los que no funciona, tenemos que recurrir a otros procedimientos más, ejem, físicos… Últimamente hemos estado probando técnicas novedosas que provocan reacciones extremas en el aparato nervioso del sujeto, con bastante fortuna si se me permite decirlo. Lo llamamos terapias de choque.

-Suena bastante ominoso. ¿Y en que consisten esos tratamientos? – preguntó Jhaelryna. El Halfling dejó de debatirse y prestó súbita atención a lo que se decía.

-Bueno. La antigua escuela opinaba que todo desarreglo físico y mental se debía a humores que circulaban por la sangre y afectaban a los órganos internos del sujeto, incluido el cerebro. De modo que utilizaban sanguijuelas para extraer esos humores del paciente

-¿Sanguijuelas? – balbuceó el Halfling

-En cualquier caso, aquí hemos desechado esa teoría – continuó el sacerdote, sin hacer demasiado caso del suspiro de alivio de su futuro paciente.

-Es verdad. – Terció el otro – Sin descartar del todo las sanguijuelas (que siguen teniendo sus utilidades), ahora aplicamos métodos más novedosos. Con un adecuado choque nervioso esperamos corregir los desequilibrios cerebrales del sujeto. A tal fin usamos baños en agua helada, exposiciones prolongadas a la oscuridad seguidas de luces muy brillantes, descargas eléctricas, y, por supuesto, un régimen muy severo

-¡¿Regimen?!

Hook se inclinó hasta estar a la altura de los ojos del Halfling y le sonrió irónicamente.

-Bueno, Bertrand, parece que además de curarte la sesera vas a salir de aquí delgado como una sílfide

-¡Noooooo! – el Halfling se debatió tan ferozmente que hasta los dos fuertes celadores tuvieron dificultades en mantener su presa.

-Llevadlo dentro, al ala de máxima seguridad – ordenó secamente el sacerdote de Mystra.

-Adiós, Bertrand

-Esto no quedará así, Hook. No he fallado ningún contrato en mi vida, y no voy a comenzar contigo. Eres elfo muerto ¿me oyes? ¡Muerto! Ahora esto es algo personal, maldito putañero y borracho. No se ha construido aún una prisión que pueda contenerme. Saldré y me haré un collar con tus orejas. Duerme con un ojo abierto por las noches, si te dejan las asquerosas drogas que te metes, porque no tardaré en ir por ti… ¡Eres un hijo de mil padres. Cada uno de ellos tan bastardo como tú! – gritaba el frenético Halfling según lo metían en el sanatorio. El barullo que montaba el demente asesino fue amortiguándose poco a poco, hasta desaparecer.

-No se preocupen. Las celdas de seguridad son a prueba de fugas. Estará seguro aquí. Le cuidaremos bien.

Hook sonrió satisfecho mientras inconscientemente se llevaba la mano al costado herido.

Por fin estaba a salvo de ese psicópata