“¡El Lord ha muerto! ¿Qué va a ser ahora de nosotros?
¡Tenemos derecho a que nos digan que pasa!” Eran los gritos más oídos entre la
multitud asustada que se agolpaba ante las puertas de la fortaleza de la Mota
Verde.
Un cuerno de guerra resonó por toda la colina, e instantes
después, las puertas de la fortaleza se abrieron y por ellas surgió un torrente
de hombres armados, cabalgando con rapidez y siguiendo el nuevo pendón del
feudo: una flor sobre un fondo verde y negro. La multitud se apartó rauda, y
hubo gritos de miedo, pero los jinetes ignoraron a los campesinos y se
dirigieron al trote hacia la barbicana de salida.
-¿Adonde van los soldados?
-Les dirigían la capitana de la guardia y Sir Brannus...
-Eran casi todos los guardias
-¿Qué está pasando?
La gente estaba nerviosa y asustada, pero pronto apareció
el senescal Fridbal Anhuire, un anciano semi-elfo de regio porte. Le
acompañaban los sacerdotes locales de Chauntea y Tymora y el sargento Gormus,
un veterano de la guardia de la baronía, que había servido durante años y era
muy conocido por todos los habitantes.
-¡Buenas gentes de Darkplains! – gritó con su bien modulada
voz el senescal – No tenéis porqué preocuparos. Lord Hook se encuentra sano y
salvo…
-¡Eso es imposible! – contestó a gritos un carpintero – Yo
le vi meterse en el cobertizo ese, y un rato después el edificio explotó en una
cascada de magia extraña… Tal y como quedó el pobre cobertizo, nadie hubiese
salido vivo de allí.
-Os digo que Lord Hook está sano y salvo. La explosión que
devasto el cobertizo no fue tal, si no los efectos residuales de un experimento
de magia de transporte que utilizó Lord Hook para viajar a tierras lejanas. Os
lo aseguro. Tanto el Padre Tomasus como el Cura Fortunato han consultado a
Chauntea y Tymora y ambas diosas confirman que Hook se encuentra sano y salvo.
Sin ninguna duda no tardará en volver al castillo…
La gente comentaba, unos aliviados y otros escépticos, la
información que a gritos suministraba el senescal y los llamamientos a la
tranquilidad.
-¿Habéis oído? Lord Hook esta a salvo. No nos hemos quedado
de nuevo sin barón, menos mal… ¿Qué sería de nosotros?
-¿Y quien dice eso? ¿Nos dirían si ha muerto…? – contestó
dubitativo un enorme herrero.
-Pero los sacerdotes han dicho que sus dioses confirman que
sigue vivo.
El herrero gruño aliviado. Era un hombre piadoso, y si el
padre Tomasus afirmaba que Lord Hook estaba vivo, tendría que creerlo; aunque
viendo el granero lo dudase en el fondo de su alma.
-A mi que esos sacerdotes de falsos ídolos digan lo que
quieran, pero nadie habría sobrevivido a esa explosión – comentó un individuo
mal vestido a otros que se encontraban junto a el.
Era uno de los nuevos colonos, y que pertenecía a un culto
que dudaba de la bondad de los otros dioses, afirmando que solo su señor se
preocupaba por los humanos. No eran muy apreciados entre el resto de la
población.
-Oiga, usted. Que no crea en la amable Chauntea no le da
derecho insultar a la fe de los demás – comentó en voz amenazadora el herrero.
Varios de sus amigos asintieron y juntaron filas detrás suyo.
-Perdone, amigo. No pretendía ofenderle, solo decía que me
parece imposible que nadie sobreviviese a esa cosa que le paso al granero, por
mucho que lo diga quien sea – se disculpó educadamente en individuo.
-Está bien, no pasa nada.
Cada grupo volvió a sus cotilleos, como si nada hubiese
pasado. Sin embargo, momentos después se
oyó un comentario en voz alta y que parecía provenir del escéptico, y el cual
sonaba como su voz.
-¡Que diablos! Pueden decir lo que quieran estos rústicos
mea-pilas y sus abominables ídolos paganos, que por mucho que sacrifiquen
cabras o la dudosa virginidad de sus mujerzuelas a esos turbios poderes, no me
trago sus predicciones…
El herrero y sus colegas se giraron como rayos.
-¡¿Cómo?!
El harapiento individuo y sus compañeros también se
giraron, aparentemente aturdidos por la voz que había provenido de entre sus
filas
-¿Qué.. qué pasa?
-¡Pasa mi puño en tu cara! – Gritó el herrero, haciendo realidad
su amenaza.
El escéptico rodó por los suelos, gimiendo, y sus colegas
se abalanzaron sobre el herrero intentando detenerle, pero los compañeros del
herrero intervinieron y en breves momentos se formó un importante tumulto que
comenzó a extenderse por la multitud.
-¡Hereje!
-¡Asesino!
Los insultos y los puñetazos, patadas y hasta mordiscos
llovían por doquier.
-¿Qué diablos pasa? – gritaba el senescal frenético - ¡Lo
que nos faltaba! ¡Sargento Gormus! Detenga a esa multitud y hágales callar de
inmediato. ¡Disuelva el tumulto!
Solo faltaba que este griterío llegase a oídos de los
Trolls. Entonces si que tendrían un problema.
El sargento y dos de sus guardias intentaron abrirse paso
hasta el centro del tumulto, pero la pelea se había extendido ya por toda la
multitud, y la gente rodaba por el suelo enzarzada, las mujeres gritaban y
corrían o sacudían por la espalda a los agresores de sus parientes – o a los
propios parientes – y los niños jaleaban desde los bordes del tumulto, lanzando
piedras o barro a los contendientes.
-¡Mas hombres, que vengan más hombres! – gritaba el
sargento, repartiendo golpes a diestro y siniestro con una pesada porra.
Al lado suyo, uno de sus hombres luchaba a brazo partido
con dos robustos ganaderos, ebrios de vino y violencia, mientras que el segundo
guardia forcejeaba con una mujer frenética y soportaba a una anciana subida a
sus espaldas que le golpeaba con un rodillo en el yelmo y maldecía a su familia
con unas blasfemias tan horribles que un orco hubiese palidecido de envidia
ante su maestría.
Con tal tumulto, nadie se fijó en un hombre bajo e
insignificante, vestido como un jornalero, que se escabulló de la trifulca por
una de las calles. Andando a buen paso se encaminó hacia las puertas de la
ciudadela, y viendo subir a toda prisa a dos guardias les gritó aterrado.
-¡Se han vuelto todos locos! ¡Se están asesinando ahí
arriba! ¡Socorro!
Los guardias corrieron hacia el distante griterío, y uno de
ellos hizo sonar un cuerno de alarma.
-Vaya panda de memos. El plan se desarrolla según lo previsto; continuad - susurró al aire.
El pequeño individuo pareció escuchar algo en el sonido del viento, soltó una risita maliciosa y se perdió
entre las sombras.