miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA IRA DE VAPRAK

El pequeño Cespenar está en sus pequeños aposentos, fuera por toda la fortaleza se oyen gritos, aullidos y explosiones de todo tipo. Cespenar se está vistiendo, enumerando lo que se pone, parece muy nervioso:

- Veamos, veamos, no hay tiempo, maldita sea, no podré esquivarle mucho más...a ver, primero el chaleco acolchado y reforzado con triple lámina de hierro meteórico, mithrill y acero de triple grosor, la túnica humedecida de doble grosor, la armadura completa que conseguí que me hicieran, bien, bien, creo que ya...¡¡¡Ahhhggg el capacete y el yelmo!!!, ufff si lo llego a olvidar, no quiero ni pensar...-

Una voz terrible resuena por toda la fortaleza, entre varias explosiones:

- CESPENAR, CESPENAR, SABANDIJA INMUNDA ¿DÓNDE TE ESCONDES?, SERÁ MEJOR QUE TE PRESENTES ANTE MI CUANTO ANTES.-

- Ay, ay, ay, bueno creo que estoy listo, le esperaré en la sala del trono como si nada, veamos, necesito un poco de carne de cañón...¡Guardias, guardias!-

Al instante entran en la sala cinco inmensos ogros enfundados en armaduras metálicas. Uno de ellos habla:

- ¿Cheñó chambelán?-

- Eeer, si, acompañadme a la sala del trono, debemos mostrar respeto a nuestro Señor, con una buena guardia de honor a su regreso.-

Los guardias empalidecen y se miran entre si, vuelve a hablar el mismo ogro:

- Pero cheñó chambelán, el Lord lleva tres días matando a todoch loch que che le achercan y...-

- No te preocupes, ya se habrá desahogado, vamos, le esperaremos en la sala del trono.-

Los ogros dudan, pero finalmente siguen al pequeño chambelán. Pronto llegan a la gran sala, esquivando los aullidos de terror y explosiones que se dan por toda la fortaleza. Un tiempo después una enorme figura de aspecto terrible entra en la sala del trono, flanqueado por una guardia de diez trolls de color rojo oscuro. De las gigantescas garras de Vaprak y de sus afilados dientes gotea abundante sangre.

- ¡¡¡AAAAHHH MALDITA SABANDIJA ASÍ QUE ESTÁS AQUÍ!!!-

Echa una mirada a los ogros en formación de honor y estos caen muertos entre terribles aullidos. Cuando se gira hacia su chambelán, de pronto parece tranquilizarse algo, su boca se abre en una enorme sonrisa formada de enormes puñales, y comienza a reír:

- JA, JA, JA, JA, JA, JA ¿DE QUÉ TE HAS DISFRAZADO CESPENAR?, JA, JA, JA-

El pequeño diablillo parece una redonda cebolla de capas acolchadas, metales y otros refuerzos, sólo asoma su pequeña cara en un enorme yelmo. Espera que el Señor termine de reír mientras piensa - ufff, funcionó, menos mal, ya me veía recogiendo boñigas de troll durante un siglo o dos...-

- BUENO, JA, JA, JA, SI NO FUERAS TAN GRACIOSO TE MACHACARÍA DESPACIO, DADO TU MISERABLE CUERPECILLO. ¡HAN  ACABADO CON MIS PLANES! - Una terrible lluvia de meteoritos golpea la enorme sala, todos los siervos se levantan tras la explosión.- MALDITOS, ESTÚPIDOS, ¿CÓMO UNAS CRIATURAS TAN PATÉTICAS SE ATREVEN A INMISCUIRSE? Y ESE PEQUEÑO GRUPO DE MORTALES QUE SE ATREVIÓ A ENFRENTARSE A MI, Y ¡ME HIRIERON! AAAAAGGGHHH.-

La enorme figura se gira hacia uno de los trolls y lo despedaza con sus garras como si fuera de cristal.
Cespenar aguarda, humeando tras el trono. Después sale, con un enorme plumero y limpia con rapidez el asiento:

- Mi Señor, sentaos por favor, hay mucha información que debéis conocer, traed algo para calamar su sed.-

Vaprak parece algo más tranquilo, mira a su consejero y se sienta. Un ogro tembloroso le tiende una bandeja con una copa de bronce, con un líquido indeterminado. La terrible criatura bebe unos tragos, y mira con odio al infinito.

- BIEN CESPENAR, ¿QUÉ NARICES OCURRIÓ? Y ¿QUIÉNES ERAN ESOS MALDITOS OREJAS PICUDAS QUE TERMINABAN CON MIS HIJOS COMO SI FUERAN CUCARACHAS? EL OTRO CREO QUE ERA UNA DIVINIDAD, POR LA LUCHA QUE ME DIÓ. ¿Y ESA ESTÚPIDA MORTAL QUE DE PRIMERAS SE ATREVIÓ A TUTEARME, ME HIRIÓ Y NO CONTENTA CON ELLO, LOGRÓ CERRAR MI PORTAL? AUNQUE HE DE RECONOCER QUE ESA HUMANA TIENE VALOR EN LA LUCHA Y ESO ME GUSTA...-

Cespenar se ha situado tras un enorme escudo del que sólo asoman sus ojillos por una mirilla del escudo:

- Bueno mi Señor, veréis las cosas se complicaron, ese grupo de mortales liberó el Tesoro del Príncipe, no sé cómo, que resultó ser un Dios antiguo de los elfos Yuir, un tal Elikarashae. El grupo de mortales tuvo la guía del Dios, cuando os encontraron junto al portal dieron tiempo a Elikarashae, sin saberlo, para reunir un fuerte grupo de Eladrin (siervos poderosos de los elfos) que se enfrentaron a vuestras fuerzas junto al portal.-

Vaprak mira su consejero, y sonríe de nuevo cuando lo ve tras el enorme escudo.

- Ya, ya, una historia muy interesante, y ese grupo de mortales que tantos problemas me ha dado, ¿quiénes son? ¿sabes algo de ellos? No eran de esas tierras, de eso estoy seguro.-

- Bueno...veréis,...se trata de un grupo que...-

- ¡HABLA DE UNA VEZ O TE ARRANCO LOS BRAZOS!-

- Mi Señor son aquellos que acabaron con la Peste Negra, devolvieron al pequeño Morûl aquí libre, han matado a cientos de vuestros hijos, y en esta ocasión han acabado con vuestro plan de formar una gran nación para vuestros hijos, que os dedicarían culto y aumentarían así, aún más vuestro poder y vuestra gloria.-

Vaprak no dice nada, se queda serio, mirando de nuevo más allá de la sala. De pronto esta queda congelada, todos los siervos mueren salvo Cespenar salvado por sus múltiples capas de protección.

- ESTA INFORMACIÓN NO DEBE SALIR DE ESTA SALA, ¿COMPRENDES PEQUEÑA SABANDIJA?-

- Perfectamente Mi Señor, esos- Señala a los muertos- no sabrían tener la boca cerrada como el pobre Cespenar...-

- MÁS TE VALE. ESE GRUPO DE MORTALES HA INTERFERIDO DEMASIADO EN MIS PLANES, D-E-M-A-S-I-A-D-O. MALDITOS SEAN. ME HAN COSTADO MUCHAS VIDAS, CON ELLO MUCHO PODER, Y HAN ACABADO CON UN PLAN QUE PODRÍA HABERME ELEVADO EN EL PANTEÓN. ME LAS PAGARÁN, ¿OYES?, ME LAS PAGARÁN.-

- Mi...mi...Señor, algunos de ellos son poderosos siervos de otros Dioses, no se les puede matar o torturar de forma...digamos abierta...-

- MMMMFFF, ¿QUÉ SUGIERES?, YA SABES QUE NO TENGO PACIENCIA NI SUTILEZA, ESO SON COSAS DE LOS DÉBILES.-

- Si mi Señor, pero si los atacáis directamente os arriesgáis a enfadar a otros Dioses...-

Vaprak se lleva una mano a su gigantesca barbilla llena de pústulas verdosas.

- COMPRENDO LO QUE QUIERES DECIR PEQUEÑO. COMPRENDO. BIEN, ENTONCES NECESITAREMOS ALGO MÁS SUTIL, PERO CUANDO SE ESTÉN RETORCIENDO DE DOLOR, O SUFRIENDO POR SUS ALLEGADOS, QUIERO QUE SEPAN QUE EL MENSAJE ES MÍO.-

- Claro mi Señor, eso por supuesto.-

- ¿QUÉ TIENES EN MENTE PARA MI VENGANZA PEQUEÑO? PERCIBO ENGRANAJES EN TU PEQUEÑO CEREBRO.-

- Mi Señor he encontrado recientemente a alguien que podría serviros como deseáis, eficaz, con cierto poder, y mucha ambición, sólo es cuestión de hacer algunos planes y arreglos, y después...-

Cespenar no termina la frase, se encuentra incrustado en una pared, afortunadamente su armadura-cebolla resiste maltrecha, y le ha protegido de nuevo, tambaleándose se acerca de nuevo a Vaprak.

- DÉJATE DE RODEOS Y CHORRADAS, ESO NO VA CONMIGO, ORGANIZA UN ENCUENTRO CON ESE O ESO QUE TIENES EN LA CABEZA, DISCUTIREMOS QUÉ HACER, POR AHORA MANTENME INFORMADO DE ESOS 'HÉROES', DE SUS ACCIONES Y QUÉ CAMINOS SIGUEN. PAGARÁN POR LO QUE HAN HECHO, Y ESPERO QUE SEA PRONTO O ESTE PLANO VA A CONOCER EL VERDADERO TERROR.-

Cespenar no dice nada más, se retira rápidamente haciendo reverencias, ridículas por el número de capas que lleva, a penas puede doblarse, y tras los impactos caen pedazos de su extraño atuendo. Unos minutos más tarde está en sus habitaciones, se quita con rapidez la armadura ayudado por dos pequeños trolls de hielo. Una vez a solas, comienza a escribir una larga carta.


- Ufff, ha ido bien, ha ido bien, tengo que mandar reparar mi 'traje de audiencias complicadas con el Lord', me ha vuelto a pillar, maldita sea, a veces olvido que es un Dios y ve más allá de lo que podamos ver nosotros. En fin, veamos si podemos organizar un encuentro...-

martes, 24 de septiembre de 2013

KARELIA

Un gigantesco y majestuoso pasillo, aunque la decoración es algo austera, unos cuantos tapices y armaduras como toda decoración, junto con algunas balanzas de piedra. Dos figuras caminan majestuosamente, una mucho más grande, la más pequeña, una silueta femenina de gran belleza habla, a pesar de su amable voz, parece que tiene un ligerísimo nerviosismo:

- Mi señor, ¿puedo saber por qué el Lord ha requerido mi humilde presencia?-

La figura más grande responde, su voz es muy grave, transmite confianza y sosiego:

- Lady Karelia, parecéis algo inquieta, no debéis preocuparos, si el Lord requiere vuestra presencia será por algo importante...o no, ya sabéis de los caprichos o de la información encriptada. Tiene sus designios. Sea como sea, aceptad lo que os requiera con humildad, como es de esperar. Sinceramente no tengo la información que os preocupa, tan sólo me transmitió que debíais acudir a su presencia.-

Las dos imponentes figuras alcanzan unas enormes puertas, guardadas por dos soldados enfundados en armaduras completas, que inmediatamente abren las puertas y les dan paso de manera cortés.

- Milord, Milady.-

Las puertas dan paso a una gran sala, bañada con una gran luz, en los laterales se alinean balanzas equilibradas de todas las formas, tamaños y materiales, al fondo una gran mesa de mármol. Una imponente figura observa sobre una enorme fuente de agua cristalina y sonríe. Tiene forma humanoide, con una cuidada barba, enfundado en una bella armadura, le falta la mano derecha. Emite la luz que ilumina la sala desde su cuerpo. Alza la cabeza despacio, mostrando sus ojos de color del acero, su gesto cambia a algo más serio:

- Ah, Karelia, te esperaba pequeña, me alegra que hayas llegado por fin. Lord Xitalius si sois tan amable...-

El imponente acompañante hace una reverencia y se retira de la sala con suavidad. Karelia se arrodilla con respeto:

- Milord, se me ha dicho que queríais verme.-

- Así es, verás dada tu condición especial, tus muchas habilidades y tu fuerte relación con el plano material...- Sigue un largo discurso de elogios a la persona de Karelia, mientras ella piensa:

- "Uy, uy, uy, presiento algo que no me va a gustar, no suele ser tan meloso, veamos..."-

- Bueno, el caso es que la joven mortal conocida como Stronghand ha demostrado una vez más su valía a mi servicio, y he decidido concederle un favor importante, como una de mis más prominentes representantes en los Reinos, debo mostrar ciertas indulgencias con aquellos que prodigan mi palabra entre los mortales. Lo que es justo, es justo. Así que te he asignado, sólo para ocasiones de gran necesidad, a esta mortal, le prestarás tu inestimable ayuda cuando así lo requiera.-

La bella mujer tuerce ligeramente el gesto, hace una reverencia, y con voz algo más fría responde:

- Mi Señor, será un honor servir a vuestros designios.-

- Karelia, veo que no estás muy contenta con esta tarea, lo lamento, pero eres la más adecuada para ello. Irás a conocerla, su nombre es Aura Stronghand, mi secretario te dará más detalles, cuando la conozcas, quizás no te parezca una tarea tan pesada, y no solicitará tu ayuda a menos que sea necesario, no te preocupes.-

- Nunca he desconfiado de vuestras decisiones Milord, lamento si he sido algo frívola, se hará como decís.-

- Bien, no esperaba menos, ahora retírate, Xitalius te espera.-

La bella mujer hace una nueva reverencia y se retira. Al poco tiempo está en un enorme despacho, lleno de mesas, pergaminos, estanterías repletas de grandes tomos. Xitalius levanta los ojos de un enorme libro:

- Karelia, me acaban de entregar esto para ti- Le tiende un fajo de pergaminos.- Vamos alegra un poco ese gesto, podría haber sido peor.-

- ¿Peor? ¡Me ha puesto al servicio de un mortal! Sólo espero que sea como dice, y no requiera mi presencia para estupideces. Ufff, con todos los siervos que tiene y me tiene que tocar a mi.-

Xitalius sonríe ligeramente y levanta una mano, como diciendo 'es suficiente'.

- Bueno estás a su servicio y harás como se te dice, te guste o no te guste. Se te advirtió varias veces, que te implicabas demasiado con los mortales, interferiste varias veces y te 'despistaste' con ciertas normas, siempre por buenas causas, pero ya conoces las Leyes, y las Leyes se deben cumplir.-

La bella mujer se relaja, baja la cabeza y habla con gran suavidad:

- Vamos que...no me he portado de forma correcta y necesito una lección.-

- Lo puedes ver así, si. Cumple tu deber y todo irá bien. Además, la mortal, acabo de leer que es un paladín de nuestro Señor, de gran renombre, creo que tu tarea revestirá más honor del que crees, y por otro lado los paladines no suelen vivir demasiado, así que tu servicio puede ser corto. Dentro de poco tiempo, se te enviará a conocerla, ahora retírate, lee esos pergaminos y sigue con tus tareas estipuladas.-

Karelia hace una ligera reverencia, aún con el gesto algo torcido y se retira con los pergaminos bajo el brazo. Gira la cabeza en el umbral de la puerta:

- Bueno, podría haber sido peor, espero que las razones del Lord para esto merezcan la pena.-

La bella silueta desaparece sin ruido del despacho, cerrando suavemente la puerta. Lord Xitalius vuelve a su tomo:


- Bueno no ha ido mal, esta jovencita aún no tiene claro el concepto del deber, pero esto le irá bien, veamos que hace la mortal con este nuevo Don, sin duda será interesante...-

miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL FRIO OBSEQUIO DE UN VISITANTE NOCTURNO

Caía la noche. Una noche que, nuevamente, era fría y lluviosa; como tantas otras en estos últimos tiempos.
Yaya Arce echó otro leño al hogar y calentó sus viejas y agarrotadas manos al calor de la lumbre. Hacía muchos años, en su juventud, numerosos jóvenes habían susurrado apasionados su nombre, pero ahora todos sus vecinos la llamaban sencillamente “Yaya Arce” o incluso solo “la Yaya”. Cosas de haber ejercido de parturienta y sanadora durante más de sesenta años en una pequeña y dispersa comunidad agrícola.

La anciana comenzó los rutinarios preparativos para irse a la cama. Retirar la tetera del fuego; atizar la lumbre y colocar una vieja pantalla de latón – para evitar que saltasen las ascuas –; colocar una taza de leche a mano para la noche; guardar el viejo y manoseado códice de hierbas curativas (su mayor tesoro) en su repisa, junto con los otros tres libros que poseía; asegurar puertas y ventanas…

Fue en ese momento cuando en la ventana con cristalera (el orgullo de su humilde morada y una maravilla en su rústico vecindario, traída desde Waterdeep y montada por su propio hijo Kerebal, que trabajaba de plomero y cristalero en la gran ciudad) vio algo que le puso los pelos de punta. Literalmente.
Pequeñas formaciones de hielo iban extendiéndose lentamente por los distintos cristales, partiendo del emplomado y cubriéndolos lentamente. En las inmediaciones de la cabaña nada se movía y nada se oía, salvo el aullido solitario de un lobo. Yaya conocía bien los ruidos de la naturaleza, y ese lobo no aullaba a la luna, si no más bien era un lamento fúnebre. La lluvia dejó de repiquetear en el techo, y el viento amainó bastante. Pese a ello, se oía a los árboles del cercano bosque mover sus ramas y crujir, como en las noches de gran frío.
La vieja Yaya poseía un gran elenco de conocimientos que le habían servido bien a lo largo de su vida, si bien mucha gente de ciudad los hubiese catalogado como meras supersticiones. Y sabía lo que esos presagios podían indicar. Con una velocidad pasmosa para alguien de su edad, corrió a su viejo baúl y tras sacar varios objetos, realizó varios curiosos preparativos ante los que más de un urbanita hubiese levantado las cejas, o directamente se hubiese carcajeado. Luego se quedó esperando, sentada en su mecedora y mirando fijamente la única puerta de su cabaña.

La noche continuó su curso, con frías rachas de viento silbando entre los árboles, y un penetrante frío en aumento. Pese a ello, la vieja Yaya Arce pudo percibir perfectamente furtivos movimientos en las arboledas que rodeaban la cabaña, y de vez en cuando le llegaban lo que parecían ligeras risas, apenas audibles o difíciles de distinguir del sonido del viento, pero inquietantes y siniestras. Estos sonidos se fueron acercando, hasta rodear por completo su morada. Al cabo de un rato, pudo oír como un caballo avanzaba lentamente por el camino que llevaba a su porche, y se detenía ante su puerta. Tras un largo momento, algo bajó de la montura y se acercó pausadamente al porche. Subió las escaleras y pisó la madera de su casa. Toda ella crujió lastimosamente, y la sensación de frío se acentuó.
La puerta comenzó a vibrar, como si un fuerte viento racheado la estuviese empujando con una fuerza irresistible. Las bisagras y cerrojos tintinearon quejumbrosos, mientras el penetrante frío hacia contraerse el metal y la fuerza que las empujaba iba en aumento. Finalmente, con un sonoro chasquido, los cerrojos cedieron, y la puerta se abrió tan bruscamente que golpeó con violencia contra la pared. Una fuerte ráfaga de viento helador se introdujo en la casa y apagó varias velas.
Una figura se perfilaba en el vano de la puerta. Con una altura aproximada de dos metros, y muy delgada, su tamaño imponía, pero más aún su apariencia: piel blanca como la nieve recién caída; pelo largo y blanco-plateado que caía descuidado sobre hombros y espalda, sujeto únicamente por una hermosa diadema de un metal plateado y frio; largas orejas puntiagudas que sobresalían de su abundante cabellera; un rictus serio y casi inexpresivo que daba pavor; y sobre todo unos ojos en los cuales brillaban orbes de fría luz blanco-azulada. La criatura irradiaba frío y pavor, y era hermosa. Muy hermosa.

-Buenas noches – saludo apaciblemente la anciana.

La criatura fijo su mirada en ella y una sombra de sonrisa alumbró en sus labios. Hizo ademán de entrar en la cabaña, pero se detuvo en seco, y un atisbo de duda cruzo su semblante. Levantó su mirada y la posó sobre la pesada herradura de hierro que estaba clavada sobre la puerta. Detrás de ella se oyeron multitud de gorjeos y grititos de irritación y sorpresa.

-No hace falta que entréis vos y vuestros acompañantes. Vuestra ofrenda esta fuera, como marcan las tradiciones

La criatura miró despectiva al platito con leche y miel que estaba junto a la puerta, en el porche.

-¿De verdad esperáis comprar mi buena voluntad con tal lamentable ofrenda? – su voz era cantarina, con tonos musicales y armoniosos. Pero fría y desapasionada - ¿Leche y miel? Jajajaja.

Chillidos y risas se hicieron coro de la gélida carcajada del sujeto, pero muchas estaba ahogadas, como si las bocas que las emitieran estuvieran engullendo la misma  leche y miel objeto de desprecio.

-No obstante, las costumbres se han respetado… - apuntó la Yaya.

-Vaya. Así que aquí tenemos a una mortal que sigue las Antiguas Costumbres ¿eh? – inquirió sardónico el sujeto mientras fijaba la mirada en la herradura. Con visible esfuerzo dio un paso hacia el interior de la cabaña. La herradura comenzó a humear y a ponerse al rojo. Con una sonrisa, la criatura intentó dar otro paso hacia el interior y nuevamente se detuvo en seco, visiblemente confundido.

-Oh. Hay clavos de hierro en la jamba de la puerta, sal esparcida bajo las tablas del suelo y la primera tabla es de madera de limonero. – apuntó la mujer, y echando la mano a una pesada clava, la coloco sobre su regazo – Al igual que esta pesada porra…

La criatura retrocedió hasta el porche, sorprendida. Murmullos de ansiedad resonaron alrededor de la cabaña. Miró a su alrededor y sus ojos se posaron en la ventana.

-Las ventanas poseen salvaguardas similares – aclaró la Yaya.

-Muy bien, anciana. Muy astuta. Parece que llegaras a ver el amanecer. Y por tu respeto a las Antiguas Costumbres te otorgaré un obsequio. No morirás ni por mi mano ni por ninguna de los míos… – Un sonoro coro de chillidos de pesadumbre y rabia acogieron estas palabras.

-Sois muy amable…

-No. No lo creo. No había terminado. Como decía, no moriréis. Os dejaremos viva, para que veáis como esta tierra se sume en la oscuridad, la niebla y el invierno eternos. Para que contempléis como los bosques se oscurecen y convierten en sofocantes espesuras, y engullen en su sombra todos los prados y cultivos que vuestras patéticas especies han abierto. Y para que podáis oír los lamentos de las madres que descubren las cunas de sus retoños vacías; y por último podáis oler el terror de vuestros vecinos cuando se acerquen las oscuras noches sin luna y sepan que serán cazados por la espesura como las viles criaturas que son.
“El momento de los mortales ha pasado, aunque no os deis cuenta aún. Los Antiguos Tiempos volverán, solo que no estarán regidos por los débiles y complacientes Tel’Quessir. Ni por el pueblo que baila a la luz de la Luna. No. Ahora nos toca a nosotros. Los hijos de la Oscuridad y del Viento. Bailaremos a la luz de la Luna Negra, sobre un lecho de calaveras mortales, y beberemos leche y miel aderezada con sangre humana…

Un coro de aullidos exultantes y risas histéricas se levantaron ante estas palabras, y la criatura sonrió abiertamente. Una sonrisa bella y letal, capaz de volver loco de miedo a cualquiera. La vieja Yaya se derrumbó sollozando, con lágrimas de sangre corriendo por sus mejillas.

-Chauntea, salvanos… - farfullaba.

-Vuestros débiles dioses no pueden ayudaros ahora. Asumidlo. En estas tierras ha comenzado el ocaso de los pueblos mortales, y este se extenderá por la faz de todo este orbe. Mi pueblo ya tiene un ancla en este mundo mortal, un ancla que unos pocos hemos aprovechado para deslizarnos a través de los muros que lo protegen. A medida que pase el tiempo lanzaremos más anclas, y finalmente el muro se derrumbará y podremos pasar a miles, millones... Muy pronto mis gentes tendrán un nuevo hogar, y lo levantarán con vuestros huesos. Antes de que el invierno acabe, tu pueblo habrá muerto casi en su totalidad, y los que sobrevivan servirán como diversión para nuestras cacerías. Su sangre correrá por los altares en honor de nuestra Reina, y tú, anciana, podrás verlo todo. Ese es mi obsequio, jajaja.

Instantes después, el terrorífico visitante se había ido, y el coro de risas se alejaba por la noche.
A lo lejos, en la granja de los Ballric, se oían aullidos de terror, y más lejos, en la granja de los Ossum, un frío resplandor iluminaba la noche, como si algo ardiese con fuerza con llamas azules.


-Estamos perdidos – sollozo la vieja Yaya.