jueves, 19 de junio de 2014

La ira del justo


El ruido de golpes de espada contra madera y metal resonaba por todo el patio procedente del granero, y a los oídos de un neófito sonaba como si varios herreros locos martilleasen frenéticamente un gran bloque de metal.
A los oídos de varios guerreros, aprendices y escuderos, que se congregaban refugiados del fresco viento en un soportal, sonaba como lo que en realidad era: dos espadas moviéndose a gran velocidad e impactando con gran fuerza contra unos maniquíes de prácticas acorazados con viejas armaduras.

-¿Lleva así mucho rato? – pregunto un recién llegado.

-Más de una hora en esta tanda. Ya hemos tenido que retirar tres maniquíes. Los había partido por la mitad… Y antes, más de lo mismo. Lleva así desde que llegó. Son muchas horas, no se como no ha caído redonda de extenuación. Además, esta entrenando con la magia que le otorga esa fuerza endemoniada,  cosa que no suele hacer. Es muy raro.

-Nunca la había visto así. ¿Qué habrá pasado? – pregunto asombrado otro guardia.

-No se. Por lo que he oído, volvió a la ciudad de perseguir a esos ladrones y visitó a varios de los nobles para devolverles los bienes que recuperó, y un guardia que estaba en la puerta y que conozco ya me dijo que llevaba muy mala cara.

-Yo estaba en el patio cuando regreso a la Casa, y es verdad que llevaba el rostro congestionado. Ordenó al sargento que investigase acerca de no-se-que mercader de corderos y un vendedor de hachas y herramientas de leñador, subió a su cuarto a cambiarse y luego bajó a entrenarse. Desde entonces lleva allí metida. – aclaró otro de los soldados.

-Se lo ordeno, has dicho.

-Eso he dicho. Se lo ordeno. No se lo pidió amablemente como suele hacer. El sargento dijo que se lo había ordenado, y de forma bastante perentoria.

-Marga, la doncella, me dijo hace un rato en el almacén de la ropa que la había oído llorar o sollozar en su cuarto… - susurró en plan conspiratorio un joven y apuesto escudero.

-Entonces esta claro. Es mal de amores – apuntó un veterano guerrero atusándose sus prominentes bigotes.

-No lo creo. – contestó otro veterano, chupando pensativo su pipa – En ese caso estaría en el jardín, junto al estanque, tocando ese arpa suya y entonando tristes baladas. O leyendo uno de esos libros de amor cortes que tanto la gustan.

-Entonces habrá sido en las reuniones con esos nobles vecinos nuestros… algo habrán dicho o hecho esos…

-No, no. Olvidas que ya venía con mala cara antes de visitarlos. No se, algo habrá pasado fuera de la ciudad, cuando buscaba a ese famoso ladrón. Es una cosa que me escama mucho… - apuntó el joven escudero.

-A mi lo que me escama es ¿Qué hacías tú con Marga la doncella en el almacén de la ropa?

-Un caballero jamás desvela las intimidades de una dama – contestó con aire beatifico el escudero.

-Jajaja.

Un guardia novato, que acababa de entrar de servicio, entró en el patio con dos jóvenes nobles: un joven apuesto que portaba una vistosa espada ornamentada y una chica aún más joven que llevaba en sus manos una fuente cubierta. Dejando a los nobles retoños en la entrada, se acercó al grupo de mirones.

-¿Habéis visto al sargento? No le encontramos por ningún lado. Esos dos jóvenes dicen ser los hijos del vecino, que traen un obsequio a Lady Aura, y que solo se lo entregaran a ella; y no se qué hacer.

-El sargento ha salido a unos recados y creo que tardará en volver – contesto jocoso el guardia de los bigotes.

-Si, ahora mismo debe estar de papeles hasta las orejas, jajaja.

-¿Pues que hago? – pregunto indeciso el joven.

Los miembros del grupo se miraron entre ellos y alcanzaron un acuerdo silencioso.

-Deberías decírselo a Lady Aura. Puede ser importante.

-Parece que está entrenando ¿No la molestaré?

Con un sonoro chasquido y un ruido de hierros partiéndose, cesó el ruido en el granero.

-Mira, estas de suerte. Parece que se va a tomar un descansito mientras le traemos otro maniquí… ¡aprovecha ahora! – exclamo bigotes con cierto aire de sorna.

Una mujer atractiva salió a la luz del patio, secándose la sudorosa frente con una toalla.

-Mitchel, Samus… voy a necesitar otro maniquí, por favor – gritó. En ese momento se fijó en los dos jóvenes nobles. – Oh…

-Lady Aura – saludo alegre la joven, mirando fijamente la sudada ropa de faena que portaba la famosa paladina y el serrín y trozos de madera prendidos en pelo y ropa. Se relamió los labios… Menuda pinta que tenía la afamada y hermosa Lady Aura. Se lo tendría que comentar a todas sus amigas… ¡Cotilleo de primera clase! – Mi madre os envía este pastel en agradecimiento por recuperar su querido broche.

-Es de arándanos – Comentó el joven noble, mirando apreciativamente a la paladina sin demasiado disimulo.

Lady Aura contempló fijamente a los dos jóvenes nobles, dudando si se estaban burlando de ella y como reaccionar. No estaba de muy buen humor para aguantar tonterías por parte de petimetres.

-Mi hermanita nos dijo que era vuestro favorito – aclaró cándidamente la joven noble.

Con ese dato, decidió que los dos jóvenes nobles habían venido de buena fe a traer el recado de su madre y que no había burla por ningún lado.

En ese momento aparecieron los dos veteranos guardias acarreando otro pesado maniquí de prácticas al granero. Gruñían y murmuraban.

-Hace años trabaje para una noble señorita de Silverymoon que, cuando tenía rabietas, destrozaba, jarrones y cristalería. Siempre me pareció una niñería por su parte, pero… ¡Por los dioses que en este momento me parece muy razonable lo que hacía! – gruñía Mitchel, el viejo guardia de los bigotes

-Llevas razón. Yo también preferiría oír el ruido de porcelana rompiéndose que ver como destroza maniquíes, y sobre todo, a tener que llevar otro de estos muermos al granero… - contestó su compañero de fatigas, Samus, al cual además se le había apagado la pipa.

Aura oyó perfectamente los murmullos, pero no dijo nada. Sobre todo porque los guardias tenían razón. Procuraría dejar de destrozar maniquíes como si fuese una niña enrabietada. Era una falta de control manifiesta.

-Os lo agradezco mucho, amables vecinos. Decid a vuestra madre que esta misma noche la tomaré – comentó educada a los dos jóvenes nobles.

-Somos nosotros quien os agradecemos haber devuelto la sonrisa a nuestra madre, milady. El robo de su querido broche la afecto mucho. Menos mal que lograsteis recuperar gran parte de lo robado – Aclaro el joven.

-Si. Afortunadamente todo acabó felizmente – exclamo feliz la joven.

La paladina puso cara como si se hubiese tragado una cabeza de ajo.

-Si. Acabo felizmente para algunos. – comento mordiendo las palabras – Bien, si me disculpan, aún tengo que entrenar algunos movimientos…

Un joven paje se acerco, lívido, a la paladina.

-Un mensaje para vos, lady Aura. Ha aparecido entre la correspondencia y lo han abierto sin darse cuenta.

-No te preocupes Avin. Gracias. – contestó Aura distraída, recogiendo el mensaje y entrando de nuevo en el granero.

-Caramba, no esta de muy buen humor Lady Aura – comentó asombrado el joven noble.

-Así es, joven señor. Venid, os acompañaré a vuestra casa – se ofreció el veterano de los bigotes con educación. Así sonsacaría a este jovenzuelo qué había podido pasar.

Pero en definitiva no hizo falta, ya que el joven noble, que se las daba de avezado espadachín, se encontraba a gusto entre tantos soldados, y pretendía quedarse un rato conversando con ellos.

-Sin ninguna duda será debido a que el ladrón logró escapar con parte del botín. ¡Estos paladines siempre tan perfeccionistas…! - comentó el joven con aire de enterado.

-Ahhhh, entonces ya está claro – asintieron los guardias.

El veterano de la pipa se fijó en el paje, que huía apresurado del patio.

-¡Eh, Avin! ¿A qué tanta prisa? ¿Dónde esta el fuego?

-No puedo hablar ahora, Samus. Tengo muchos recados y… - tartamudeó el chavalin.

-No digas memeces, pero si estas todo el día vagueando por ahí. ¿Te pasa algo? Estas lívido y sudoroso ¿Has pillado una gripe o qué?

-No, no. Me voy de aquí. Se lo que pone en ese mensaje, y no quiero estar aquí cuando lo lea. Y creedme, vosotros tampoco deberíais… - contestó el paje, a la par que salía corriendo.

-¡Se ha vuelto loco este chaval! – exclamo el escudero.

-No estoy tan seguro. Puede que sería mejor hacerle caso – contestó dubitativo Samus, frotando su pipa

En ese momento se oyó un profundo chillido de rabia procedente del granero. Lanzado con una fuerza prodigiosa, el maniquí salió disparado del interior del edificio, rebotó contra un muro y cayó, destrozado y astillado, sobre el patio.

-¡Asesino! ¿Así que disfrutasteis mis discursos? ¡Miserable arrogante! ¿Qué los asesinatos no fueron en realidad culpa vuestra? ¡Juro por Tyr que habréis de pagarlo! Así que os gustan las jaulas, ¡pues ya procuraré yo que disfrutéis de una para toda la eternidad! – gritaba en el interior del edificio. Se oían ruidos de cosas rompiéndose.

-Oh, por los dioses – balbució el joven escudero, que nunca había visto furiosa a Lady Aura.

-En estos momentos, Samus, viejo amigo, casi preferiría estar de vuelta en Silverymoon con mi señorita destrozando porcelana. Al menos ella no te podía partir todos los huesos del cuerpo de un golpe… – reflexiono, filosófico Mitchel.

-Yo acabo de recordar que tengo que reparar varios anillos de mi cota de malla, y creo que todos nosotros debiéramos buscar otros quehaceres lejos de aquí. Muy lejos de aquí. Y durante mucho tiempo. ¡Al menos hasta que Lady Aura atrape a ese ladrón, o asesino, o lo que demonios sea! – exclamó Samus


El grupo de curiosos, nobles incluidos, se dispersó a gran velocidad por las distintas salidas del patio.

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