El griterío penetraba hasta
el interior de la masiva fortaleza. Lo hacía de forma amortiguada, y lo que
clamaba la muchedumbre asustada no era audible para los reunidos en una sombría
sala, pero no hacía falta escucharles para saber porqué gritaban. Sin embargo,
los presentes en la habitación ignoraban los gritos, fijando su mirada en dos
robustos individuos que murmuraban y hacían aspavientos sobre trozos de hueso
profusamente labrados y palanganas con agua humeante.
-Nunca he tenido demasiada paciencia para todos estos sortilegios – tronó un masivo guerrero en lo que sin ninguna duda consideraba como un tono de voz bajo.
-¡Chist! Bajad el tono, Sir Bronne, o haréis que pierdan la concentración y habrán de comenzar de nuevo – susurro un avejentado semi-elfo con las libreas de senescal.
El caballero se atusó un canoso y poblado bigote.
-¡Que Torm nos libre! Ya llevamos aquí casi una hora… Espero que acaben pronto.
-Ya hemos terminado, mi buen Sir Bronne – exclamó el más orondo y mayor de los sacerdotes, mientras se ajustaba el sencillo cinturón de cuerda que sujetaba su modesta túnica parda y su no tan modesta panza. Portaba bien visible el símbolo de Chauntea.
-¡Aja! Hablad pues, os lo rogamos, hermano Tomasus. ¿Qué es lo que manifiesta Chauntea a nuestras preguntas? – inquirió el semi-elfo.
-Chauntea no tiene constancia de que Lord Hook haya pasado al ultra-mundo, Fridbal. Pero esa afirmación tampoco tiene una seguridad total, ya que Lord Hook no es seguidor de nuestra señora de las cosechas…
-Si alguien tan importante como Lord Hook hubiese fallecido, sin ninguna duda la noticia se hubiese extendido en todos los mundos del mas allá ¿no es así, clérigo? – Manifestó de forma brusca una mujer rubia y armada hasta los dientes.
El sacerdote de Chauntea miró paternalmente a la guerrera.
-Hmmm. Mi señora Brunilda, los dioses no son comadres que se reúnen alrededor de una chimenea tomando jarras de cerveza y compartiendo cotilleos y rumores sobre este y aquel mortal…
Brunilda resopló y se encogió de hombros, indicando su desacuerdo ante la afirmación del hermano Tomasus.
-Bueno, bueno. ¿Y qué es lo que dice la señora Tymora? ¿Cura Fortunato? – Intervino rápidamente el senescal Fridbal. Lo último que necesitaban en esos momentos era una discusión teológica.
El aludido se echó al coleto un trago de vino y suspiró agotado.
-Lady Tymora suele ser oscura en cuanto a sus respuestas en este tipo de adivinaciones, pero tuve la fortuna de contactar con uno de sus siervos que parece estar bien dispuesto hacia Lord Hook, y sus respuestas fueron menos crípticas que de costumbre. Puedo afirmar que en esto la señora de la suerte nos sonrió, porque si supieseis con qué criaturas hay que lidiar en estos casos…
-¡Al grano, hombre, al grano! ¡Dejad esas anécdotas para vuestros sermones semanales, que estamos en mitad de una crisis! – exclamó el veterano Sir Bronne golpeando la mesa con fuerza. Brunilda asintió, haciendo crujir sus guanteletes metálicos. Tampoco estaba para muchas tonterías.
-Ah si, disculpad, caballero. El siervo de mi señora fue categórico. Lord Hook se encuentra vivo y en buen estado de salud, pero no esta en estas tierras, si no en un lugar muy lejano. Hubo varias respuestas crípticas acerca de galeotes, calidad del rancho de a bordo y otros temas de navegación varios, de los cuales reconozco no saber demasiado, pese a que he realizado prolongados viajes a lo largo del Mar de las Estrellas Fugaces y… ¡Uy perdón! Si es que hablo por los codos… bueno, por donde iba, ah, si, en resumen: el siervo de mi señora manifestó que Lord Hook goza de buena salud y se encuentra realizando un viaje por muy lejanos mares.
-Entonces la explosión que devastó el cobertizo no acabó con Lord Hook. Tenemos suerte, nadie hubiese sobrevivido a esa hecatombe. He contemplado edificios despanzurrados por piedras de catapultas, o incinerados por magia de fuego, pero lo que le pasó a ese edificio… - Se estremeció Sir Bronne.
-Por lo que se ha dicho, colijo que no fue una explosión arcana, mi buen Bronne. Creo que hubo magia de traslocación involucrada. Lo que le sucedió al cobertizo fue sencillamente un efecto colateral a la magia que transportó a Lord Hook – comentó pensativo el senescal.
-Lo que sea; aunque a un edificio torturado de esa forma y con los cimientos en el tejado no lo llamaría yo “efecto colateral”. Menos mal que no había nadie más cerca, o de lo contrarío tendríamos todo un fenómeno entre manos, con orejas en las manos y ojos en los pies o algo asi. Y a todo esto ¿qué hemos hecho con el maldito objeto ese?
-Mis hombres lo han movido fuera de la fortaleza, al viejo granero de Roblegordo. – contestó Brunilda – Lo tenemos allí custodiado y lejos de cualquier persona.
-¡Sería mejor destruirlo! O al menos arrojarlo a lo más hondo de un profundo pozo. Nada bueno puede provenir de ese timo de hechicerías… ¡Y menos si hay gnomos involucrados!
-¡Nadie va a tocar esa cosa! Lord Hook declaró que era de su propiedad y aquí
permanecerá hasta que regrese – grito Brunilda furiosa, y más por cuanto
que a ella misma nada le hubiese gustado más que arrojar esa cosa a un pozo
bien hondo, pero no sin antes haberla desmontado a hachazos.
-Jovencita, no sabéis a lo que nos enfrentamos, así que guardad la
compostura – bramó a su vez Sir Bronne
-¡Guardad vos vuestra lengua, vejestorio!
-Maldita niñata, tenéis suerte de que sea un caballero, si no os pondría
sobre mis rodillas y os daría una azotaina por insolente…
-¡Eso me gustaría verlo, ruina decrépita! Además, en cuanto a títulos,
ahora que lo pienso yo también poseo un torreón, así que no olvidéis añadir mi
título cuando os dirijáis a mí.
-El
hecho de que Lord Hook os cediese el viejo torreón de los Pinewood no os
convierte en caballero ni en nada por el estilo, aunque vayáis cabalgando por
los campos embutida en esa armadura y acompañada por esos matones del arroyo
que os siguen, Lady Bandolera…
Los dos guerreros se enfrenaron, con los ojos
echando chispas y con las manos sobre las armas. La situación era peliaguda y
los sacerdotes y el senescal retrocedieron. No sabían que hacer ni decir sin
desatar un infierno en la sala.
Justo en ese momento se abrió la puerta y
entro con urgencia un joven caballero, el cual miró sorprendido la situación y
procedió a imponerse sobre las dos bestias de la guerra que se miraban con rabia
asesina. Todo lo cual no dejaba de ser grotesco, ya que el recién llegado
apenas superaba la veintena, no era muy alto y tiraba más bien a escuálido de
constitución; tampoco poseía grandes dotes de oratoria, ya que tartamudeaba en
los momentos de nerviosismo. Para más befa se llamaba Crispin Ironchest.
Pese a lo que dijesen algunos, los dioses si
tenían sentido del humor…
-Ca…caballero
y, y, y dama… compor… ¡comportensé! Ca… casi tenemos un, un, un motín ahí fuera
y, y, y otros pro.. pro.. problemas más graves… ¡Y, y, y uste… ustedes aquí dentro
pe, pe, peleándose! Va… vaya manera de, de, de guardar el feudo de, de, del señór…
Los dos guerreros se le miraron avergonzados.
-Tenéis
razón, joven Crispin. Os ruego a todos me disculpéis, mi frustración me ha
llevado a hablar inapropiadamente – se disculpó Sir Bronne.
-Yo últimamente
he tenido muchas cosas en la cabeza y estoy de mal humor – dijo sencillamente
Brunilda, sin llegar a disculparse.
-Bien,
bien, todo arreglado. – exclamó rápidamente el senescal, derivando la
conversación hacia otros temas – Sir
Crispín, os veo sofocado. ¿Traéis alguna noticia importante?
-¡T…T…Trolls
mi se, se, señor senescal!
-¿¡Trolls!?
-S..s..si.
Han si, si, sido visto a cinco le, le, leguas de aquí. ¡Eran mu, mu, muchos!
-¿A
plena luz del día? ¡Imposible! – gritó Brunilda.
-El día
esta nublado… Si tienen mucho hambre podrían arriesgarse - murmuró
pensativo Sir Bronne.
-¿Cómo han
llegado hasta tan cerca sin que ninguna patrulla les viese? – gritó alarmado
el senescal.
-El
campo es amplio, y nuestros hombres pocos. Ya lo veremos después, ¡ahora
tenemos que interceptarlos antes de que lleguen a la fortaleza y los campos
colindantes! Si huelen a toda la gente y el ganado que hay por aquí, se volverán
locos – exclamó Sir Bronne - ¡Llamad
a todos los hombres de armas! ¡Mandad mensajeros a Sir Valerius, a Sir Mandred
y a sir Rufus! No llegaran a tiempo para ayudarnos, pero si para reforzar las
defensas si fracasamos. Brunilda ¿tenéis por aquí a muchos de esos rufianes montados
que llamáis soldados?
-Los
mejores cortacuellos a este lado del Mar de las Estrellas Fugaces, ¡ojo! Tengo
unos quince a mano ahora mismo – comentó la aludida, relamiéndose ante la
perspectiva de batalla.
-Yo
tengo a cinco hombres aquí ¿y vos Sir Crispin?
-He..he…
he venido con… con… tres hombres.
-Tendremos
que salir con lo que tenemos. Lo principal son tropas de caballería; también
nos llevaremos a cuantos arqueros e infantería que podamos montar a caballo
para que nos sigan rápidamente. ¡Quemaran los trolls que tumbemos!
-¿Y la
fortaleza? – preguntó Fridbal
-Os
dejaremos diez hombres de armas y los ballesteros – contestó Brunilda
-Tendréis
que calmar al populacho y encerrarlos en casa o en la fortaleza. Solo nos
faltaba esto para que desatase el pánico más absoluto – gruñó el caballero.
-Me
encargaré de ello. Que los dioses os acompañen.
Minutos después, entre gritos y toques de
trompeta, el ejército de Darkplains salió de la mota, siguiendo el pendón de la
flor negra. Detrás dejaron la fortaleza sumida en un caos de gritos y chillidos
que el viento arrastró fuera de los muros de adobe y madera, hacia oídos que
los escucharon con atención…
2 comentarios:
El final de los seguidores de Hook, pasto para trolls. Qué dura vida...
Muy bueno por cierto el relato.
Veremos, veremos. Todo se desvelará en futuras entregas, a no tardar.
Publicar un comentario