viernes, 2 de agosto de 2013

Las damas que planean en oscuros callejones ... ¡pueden tener aviesas intenciones!

Kerlon el escudero se deslizo sigilosamente por uno de los callejones aledaños al gran mercado; intentaba ser lo más discreto posible, pero lo cierto es que cubierto con una amplia capa parda impermeable idéntica a la de otros tantos viandantes, y encogido resguardándose del frío aguacero, hubiese sido muy difícil que resaltase y llamase la atención incluso del más paranoico de los guardias. Aún así, iba con extremo cuidado y ojo avizor. Él no temía precisamente a los guardias, si no a gente machismo más peligrosa. Venía andando desde los Campos del Triunfo – la arena y campos de justa de Waterdeep –, situados en el lejano Distrito del Mar, y no había dejado de atrás ni un solo minuto. Ahora, tan cerca de su objetivo, estaba doblemente nervioso. Kerlon era un hombretón rubicundo y fornido. No era nativo de Waterdeep, ni tan siquiera del Norte, si no que procedía de la lejanisima Impiltur, situada en el norte del Mar Interior. Allí había comenzado su carrera de escudero a las ordenes de un caballero de poca monta, Sire Balmur de Oldenbrook. Había aprendido bastante del viejo cascarrabias, hasta que en una batalla campal contra un grupo de bestias procedentes de las Montañas Earthspur, un gigante de las colinas había tenido suerte y había machacado los necios sesos del caballero. Eso había dejado a Kerlon sin señor y sin oficio, y tuvo que contratarse como mercenario para sobrevivir, custodiando caravanas de aquí para allá durante años, derivando lentamente hacia las tierras occidentales. Finalmente había dado con sus huesos en la fabulosa (y en Impiltur semi-mítica) ciudad de Waterdeep, donde gracias a los conocimientos de caballería y justas aprendidos en sus años mozos, había encontrado trabajo en los Campos del Triunfo. La Arena era especialmente famosa por las justas que se celebraban en ella, si bien sus espectáculos no solo se limitaban a justas de caballería, pudiendo acoger otros eventos. En general era un trabajo duro el organizar esos faustos, pero nada comparado con viajar de un lado a otro, durmiendo sobre la dura tierra bajo un carro, y esperando que en el próximo asalto de bandidos te metiesen un virote de ballesta por un ojo, o que el día menos pensado, un troll que saliese de los bosques te abriese en canal de un zarpazo. En ese aspecto, el veterano escudero no tenía queja alguna. El trabajo en la Arena era estable y moderadamente seguro. Eso si, muy bien pagado no estaba, la verdad. Es por eso que había acabado metiéndose en este lío. Lo que había prometido ser una fácil fuente de un buen puñado de monedas para complementar su sueldo había acabado siendo un asunto delicado y – en su opinión – peligroso. Sin embargo, había cumplido, y era hora de recoger las ganancias de su trabajo. Avanzando con extremo cuidado y evitando los profundos charcos que cubrían buena parte del callejón, el hombretón llegó al fondo de la calleja, y allí estaba esperándolo su misterioso contratante, bajo el alero del tejado de un desvencijado almacén, a cubierto de la pertinaz llovizna.

-Mi dama – saludo Kerlon con una reverencia. Pese a todos los años pasados aún recordaba los modales cortesanos, y sabía reconocer a una dama de alcurnia, por mucho que esta se ocultase bajo una pesada capa impermeable y utilitarias – y en opinión del antiguo escudero, poco femeninas – calzas y jubón de viaje. Más chocante era la larga espada que colgaba de la cadera de la mujer en cuestión. Fina y letal, y profusamente ornamentada. La espada de un noble; o tal vez de un espadachín de éxito. La misteriosa dama en cuestión sacudió la mano impaciente, como rechazando los cumplidos, y el movimiento removió la lujosa camisa de seda que llevaba, dejando al descubierto parte de su antebrazo, entre el guante de cuero negro y el codo. Su piel era extremadamente blanca, casi marfileña en color.

-Mi dama, se hizo como vos dijisteis. Sustituí la lanza del oponente de Lord Hook, ese caballero élfico de la familia Moonfist, por una lanza trucada por mi para no romperse. Y me procuré que el truco fuese lo suficientemente obvio como para que se descubriese.-

 -Si – susurro la dama con un extraño deje cantarín que, obviamente, no era oriundo de Waterdeep – , pero ese crápula de Hook no fue descalificado… -
- No mi señora. Lord Hook descabalgo a su oponente en la última pasada, de modo que el combate no se decidió por ruptura de lanzas. Si este hubiese sido el caso, es posible que hubiesen declarado nulo el lance, o incluso que lo hubiesen descalificado temporalmente en tanto se aclaraba si era responsable de trampa o no… pero al descabalgar a Sir Moonfist, pues… - Kerlon no podía ocultar su nerviosismo. Si su cliente no acababa satisfecha de sus quehaceres podía negarse a pagarle, y entonces habría corrido todos los riesgos para nada.

-Tranquilo, mi buen Kerlon. – le tranquilizó la misteriosa mujer, que debía haber percibido sus dudas – Sigo estando satisfecha de los resultados, aunque no hayan sido los deseados. Si bien Hook no ha sido descalificado, al menos si se han desatado rumores sobre si él es el responsable del cambiazo por la lanza trucada, y de si está empleando malas artes para vencer en las justas en las que participa. Eso me valdrá por ahora. La mujer metió la mano en su voluminosa capa y produjo un saquito de cuero, que prontamente entregó al ansioso Kerlon. Este lo abrió y percibió el brillo de varias monedas de plata, unas cuantas de oro y, ante todo, un voluminoso lingote de comercio, valorado en muchas monedas de oro.

-Mi señora…-
-Esto no es más que un pago justo por tus desvelos, mi buen escudero. Sigue haciendo tu trabajo y las recompensas serán generosas.-

El escudero miró dubitativo a la dama. No quería dejar escapar la ocasión de poder echar mano a tan generosos estipendios, pero tampoco quería dar falsas esperanzas a la dama, ya que sabía que los nobles reaccionaban mal a las expectativas frustradas.

-Mi dama. Puede que seguir saboteando la participación de Lord Hook sea más complicado de lo que pensáis. Ahora que ha saltado el escándalo de las lanzas, sin ninguna duda las revisarán antes de cada lance. Y además no tengo fácil acceso a su equipo, ya que sus escuderos y ayudantes provienen de la Casa de las Paladinas, y no de la Arena…-

-¡Oh! – la noble dama se removió disgustada, y las sombras de su capucha no pudieron ocultar un mohín de desagrado en su delicada boca.-
-Veré a ver que más se me puede ocurrir. Mi dama. No os prometo nada, pero siempre hay posibilidades.-  La dama pareció alegrarse de una forma casi pueril.

-Magnifico, mi buen escudero. Hacedlo y vuestras recompensas serán grandes – exclamo entusiasmada y alegre, pero luego su tono adquirió un tono apasionado y furioso – Ese maldito Hook tiene que pagármelas todas juntas por sus insultos y desaires. ¡Maldito sea! ¡Así le condenen los dioses! – y acabó la tirada con una retaila de palabras en un delicado idioma extranjero que, no obstante, sonaban hirientes y mal-intencionadas.

¿Qué edad tiene esta joven dama? Se preguntó Kelorn ¿Y que le habrá hecho ese Lord Hook para que le odie de esa manera? En cualquier caso la cosa estaba clara. La mujer aborrecía a Hook, y creía tener una cuenta pendiente con él de índole personal. Y según la experiencia de Kelorn pocas cosas había más peligrosas que una mujer despechada o embarcada en una venganza personal. Ahora era cuestión de satisfacer los deseos de venganza de la dama y evitar ser descubierto por ese peligroso sujeto de Hook. Ya se le ocurriría algo. Siempre había truquitos en esas justas, y los accidentes ocurrían… Especialmente si se empeñaba una dama.

4 comentarios:

Jota dijo...

Nos libren los dioses de la ira de las mujers despechadas.

Titoki dijo...

Grrr, no se que le ha pasado que me lo ha publicado todo seguido y en bloque. Así no hay quien lea!

Y en efecto. Ahora solo hay que preguntarse, ¿quien sera la misteriosa dama?

DSR dijo...

Otro a la cola, con la cantidad de amigos que va haciendo Hook en su carrera vaya usted a saber...

mariajo dijo...

Sí no supiese que Eliara se encuentra lejos diría que es ella, por como habla. Me encanta el estilo de esa dama.