martes, 18 de diciembre de 2012

LA VIDA DE UN PAJE ES DURA

Gleyburn contempló encandilado como las dos estudiosas aventureras salían de las salas de archivos y rememoró de nuevo el tacto de la suave túnica que llevaba la mujer y el calor corporal que se adivinaba bajo ella, el aroma que desprendía, y su contoneante movimiento al andar. Las dos mujeres eran preciosas, en su opinión. Tanto la exótica elfa de piel dorada como la encantadora humana de pelo plateado, pero el joven se inclinaba mas por la humana. Parecía más simpática que la arrogante elfa. Y probablemente más accesible, incluso a los avances de un simple paje, con algo de suerte... Durante sus periplos acompañando a la hermosa sacerdotisa por los archivos había aprovechado para tener las manos mas largas de lo debido, y la mujer no le había partido la cara, ni insultado, ni nada por el estilo. Eso, según su escasa experiencia era toda una invitación al cortejo.
 
La vida de un paje-ayudante en Candlekeep no era difícil, pero si podía llegar a  ser dura. Eran necesarios años de entrenamiento para ir adquiriendo los conocimientos imprescindibles solo para moverse por los inmensos archivos de la fortaleza, no ya para buscar los tomos o pergaminos que solicitaban los visitantes. Existía toda una jerarquía dentro de los pajes según sus conocimientos, capacidades y experiencia.
Gleyburn no estaba muy alto en esa jerarquía.
Con casi veinte años, ya debería haber ascendido a ayudante de bibliotecario, pero el pobre chaval no estaba especialmente dotado. Era un buen trabajador y "un buen chico" como decía su jefe, el Maestro Secretario del Norte, pero luego añadía que era descuidado, carecía de la concentración necesaria y necesitaba más entrenamiento. Y ahí continuaba, como paje-ayudante.
El problema de Gleyburn es que no tenía clara su vocación. Candlekeep estaba al cargo de una orden monacal conocida como "los Admitidos" (por cuanto que tenían acceso a todo el archivo, al contrario que los ocasionales visitantes del mundo exterior), y como todas las ordenes de monjes, tenían sus restricciones y votos. No todos los que residían en la fortaleza pertenecían a la orden, pero si muchos de ellos, y la verdad es que todos aquellos que querían trabajar en serio en los archivos acababan ingresando.
Sin embargo, el joven estaba aún demasiado anclado al mundo material como para tomar los votos y centrarse en sus deberes. Le gustaban otras cosas aparte de sumergirse y perderse en los archivos. Le encantaba el juego, beber algo fuerte de cuando en cuando y, desde hacía algún tiempo, le atraían enormemente las mujeres. Y de esas no había demasiadas en Candlekeep, y las que habia aparentemente no estaban demasiado interesadas en el.
De ahi que siguiese abstraídamente a las exóticas visitantes mientras salían del archivo y su mente navegase por fantasias que poco tenían que ver con los pergaminos.
 
-¡Ay! - exclamó cuando un capón lo sacó bruscamente de su mundo de ensueños carnales. Se giró y vio a su compañero Arcadio, que le miraba con una mezcla de sorna y preocupación. Arcadio era casi cinco años más joven que él, pero mucho mas avanzado en sus estudios.
 
-¿Soñando despierto de nuevo, Gleyburn? Si te pilla el Maestro papando moscas de esa manera te vas a tirar limpiando las baldas toda la vida.
 
-Perdona, Arcadio, es que estaba, hmmmm....
 
-No tienes que pedirme perdon, Gleyburn. Es normal que te asombren nuestras dos visitantes. Son fascinantes ¿no crees? Son famosas aventureras. Si yo te contase las hazañas que han llevado a cabo y lo que se dice sobre ellas... La elfa, Lady Jhaelryna Viconia, tiene hasta un par de panfletos escritos por bardos meto-mentodo que han intentando narrar su historia. Me parecen que son más una colección de rumores y habladurías que un estudio serio, pero aún así, eso ya da idea de lo famosas que son. Ojala pudiese realizar yo un estudio en firme sobre ella y escribir algo que le hiciese justicia. Pero me temo es bastante reservada y no suelta prenda. ¡Como se enfadó cuando le pregunte sobre algunos detalles! Para sonsacarle los datos necesarios tendría que mantenerme en contacto con ella y trabajármela durante bastante tiempo, y no creo que al Maestro le hiciese gracia que abandonase mis deberes. 
 
Gleyburn pensó que a él también le gustaría mantener el contacto durante bastante tiempo con ellas – con cualquiera de ellas – y más aún trabajárselas, pero no precisamente para escribir un libro; aunque de eso nada dijo a su entusiasta compañero.
 
-Bueno, ¿que es lo que querían? - preguntó con interés el joven estudioso, sacándolo nuevamente de sus fantasías y comenzando a caminar ociosamente por los jardines que rodeaban el archivo.
 
Ninguno de los dos se fijó que un jardinero que desempeñaba sus labores bastante cerca de ellos y que se dedicaba rastrillar el camino entre los setos con bastante desgana.
 
-¿Eh? hmmm, pues se pusieron a mirar los tomos de criptografía e historia, y luego andaban preguntando si conocía algún estudioso Halfling. Ya ves. No es que tengamos muchos por aquí ¿verdad? ¿Tú conoces alguno, Arcadio?
 
-Bueno, pueeessss... Si, de hecho si. Tenemos al genealogista, el señor Cañada. Últimamente suele rondar las criptas, ya que anda trabajando en un estudio sobre los sabios de antaño enterrados ahí abajo - contesto con premura el joven. No solo conocía a todos los sabios de la ciudadela o los estudiosos visitantes, si no que solía estar al tanto de sus proyectos.
 
¡Genial! Voy a buscarle. Gracias. Nos vemos luego en la sala común y te cuento. 
 
Arcadio contempló como su compañero salía corriendo desmañadamente hacía los panteones.
Pobre Gleyburn, pensó tristemente, no creo que tengas muchas oportunidades con ninguna de las dos, y la verdad es que fuiste afortunado que Lady Mara no te arrancase la cabeza de cuajo por esas manos tan largas tuyas. Pero bueno, al menos esa esperanza te incitará a hacer un buen trabajo, y puede que el Maestro lo aprecie.
Girándose comenzó a andar distraídamente hacia las salas de los estudiantes, con tan mala fortuna que tropezó aparatosamente con un rastrillo que estaba tirado descuidadamente en su camino.
 
-¡Arg! ¿Pero quien demonios ha dejado aquí esto?
 
Un rato después, Gleyburn salía tan contento de las criptas. Había conseguido que el excéntrico señor Cañada accediese a hablar con las dos visitantes, pero tendrían que ir a verle a las criptas, ya que el Halfling afirmaba estar demasiado ocupado como para perder el tiempo abandonado sus investigaciones. En cualquier caso, seguro que estarían contentas de que hubiese encontrado lo que le habían solicitado.
Tan distraído estaba que tropezó aparatosamente con una mujer que justamente entraba en las criptas, ésta, perdiendo el equilibrio se agarró a él desesperada, y le clavo dolorosamente las uñas en el antebrazo, pero aún así acabó en el suelo.
 
-¡Ay! – chilló, y luego viendo a la mujer levantándose a sus pies se precipitó a ayudarla – Oh, lo siento, señora, perdonadme, no os vi entrar
 
-No os preocupéis, joven. No me he hecho daño. Al contrario, soy yo quien os pido disculpas, la entrada a estos subterráneos es estrecha y peligrosa, y yo iba distraida. ¡Oh! Os he hecho sangre, permitidme que os cure.
 
Y rebuscando en una bolsa que llevaba prendida, sacó un paño y una botella de licor, con los que procedió a limpiar el arañazo que le había hecho. Ardía y picaba, pero el joven aguantó estoicamente mientras miraba a la mujer. No es que fuese muy llamativa, y de hecho creía no haberla visto nunca por la fortaleza, pero recordaba mal a la gente, y tenía algo curioso, un aire de fría eficiencia y distanciamiento que la hacía extrañamente atractiva.
 
-Disculpadme señora, pero ¿bajáis a las criptas a menudo con botellas de licor? – inquirió sonriente. La mujer le devolvió la sonrisa, y rió quedamente.
 
-Mi  tío está enterrado ahí abajo. Cada vez que vengo a Candlekeep visitó su tumba y le abro una botella de su licor favorito, como homenaje, podríamos decir. Pero me parece que en esta ocasión se va a quedar sin ella – dijo mirando la botella abierta
 
-Vaya, cuanto lo siento
 
-No es culpa vuestra joven. Y nuevamente os pido perdón por el arañazo. Perdí el equilibrio, me asusté y me agarré con demasiada fuerza. Mirad, como compensación, os regalo lo que queda de licor. Así podréis brindar con vuestros compañeros a la salud de mi tío. Supongo que eso también le hubiese gustado…
 
De modo que Gleyburn volvió a las salas de los pajes con una invitación para sus visitantes, un arañazo que le ardía como los mil infiernos y una botella abierta de un exótico licor en el bolsillo. Además, se sentía raro, como febril. Debía estar incubando algo.
La vida de un paje es dura, pero en ocasiones también es extraña, meditó mientras se secaba el sudor de la frente.
 
-Chicos os traigo un obsequio de una dama – proclamó al entrar en las habitaciones, agitando la botella. Los otros pajes le aclamaron, y entre todos dieron buena cuenta del licor.
 
-Vaya gusto raro que tenía ese licor. Eso si, fuerte si que era. Se me va la cabeza.
 
-Creo que era un licor del norte, Zzar o así se llama.
 
-A mi me ha gustado, pero madre mía, siento todo el cuerpo como si estuviese en llamas…
 
Gleyburn se sentó pesadamente en su catre. Sentía el cuerpo acalorado y la cabeza extrañamente pesada y espesa, como si tuviese gripe. Además, le irritaba todo el bullicio que montaban sus compañeros. De repente constato con horror que había cerrado los puños y estaba considerando seriamente meterle un puñetazo a varios de ellos.
 
Justo en ese momento entró Arcadio, y contempló asombrado el panorama.
 
Por Oghma! Vaya juerga que os habéis metido. Apesta a alcohol desde el pasillo, y esos gritos… Será mejor que salgáis a pasear y despejaros un rato, porque como los maestros os encuentren así os pondrán a limpiar los establos como poco.
‘Gleyburn, ¿no tienes que acompañar a Lady Viconia y Lady Mara a hablar con el halfling en un rato? Anda, despéjate tú también. Además, a esas horas ya habrán cerrado la cripta, y el Señor Cañada no va a subir a abriros, así que no te olvides de pasarte por el cuerpo de guardia y que te den las llaves.
 
El resto de pajes salió murmurando y tambaleándose al fresco atardecer, y parecieron acompañar a Gleyburn hacia el cuerpo de guardia. Arcadio les miró con bastante asombro, y luego cogió la botella de licor que rodaba abandonada por el suelo de la habitación.
¿Todos así con una única botella de este tamaño?
 
Mientras tanto, Gleyburn avanzaba a buen paso hacia el cuerpo de guardia, aturdido y algo desorientado.
Tengo que llevar a las dos visitantes a las criptas. Tengo que llevar a las dos visitantes a las criptas. Por los dioses, que sitio siniestro. Tendré que protegerlas. Creo que me haré con una daga en la guardia. Si. Buena idea. No queremos entrar allí abajo desarmados ¿no? Que calor hace… Tengo que llevar a las dos visitantes a las criptas… Se repetía una y otra vez como una cantinela. Las criptas y las dos aventureras le esperaban. En especial la preciosa Mara.
Seguro que se alegraría de verle.
El la protegería…

1 comentario:

DSR dijo...

Jajajaja! Bien, bien, ahora comprendo muchas cosas, malditos gusanos apestosos, son listos y peligrosos! Menuda paliza nos dieron tras esta interesante historia. Lo que me preocupa es el jardinero escurridizo, era gusano no era gusano y se esfumó a informar a alguien más?