lunes, 22 de julio de 2024

UNA OSCURA NOCHE

Un grupo de jinetes cabalgan con prisa hacia una gran hacienda en plena noche, cae una ligera llovizna, pasan varios cultivos, y finalmente desmontan ante la gran mansión que es el corazón de la enorme plantación. Las figuras desmontan en silencio y entran en la mansión sin más. Les recibe un viejo humano con una cuerda atada con un sencillo nudo en su muñeca, que reverencialmente les tiende unas suaves toallas para que sequen la humedad de sus cuerpos, y toma sus capas de viaje, no pronuncia palabra, hasta que una de las figuras, la más alta se dirige a él:

- Viejo Astapoulos, ¿cómo va todo? Y ¿por qué narices estás despierto a éstas horas?-

El anciano se encoje aún más, parece aterrorizado.

- Mi Señor...ha...ha...hace cosa de dos noches se dieron sucesos extraños en la hacienda, mi mujer encontró una ventana abierta en la parte de atrás, y Ubtao ha desaparecido desde entonces, nadie le ha visto...-

El alto hombre clava una mirada gélida sobre el viejo y empalidece ligeramente, después lo aparta con brusquedad, y seguido de sus invitados se dirige con rapidez a la cocina, Astapoulos gime a sus espaldas:

- Si el Señor y sus invitados tienen hambre despertaré a mi Mujer para...-

No obtiene respuesta y lo dejan solo, en la cocina no hay nadie, el hombre cierra con rapidez la puerta de la cocina con una llave, y se dirige a la puerta de la despensa, uno de sus acompañantes habla al fin con una desagradable voz:

- ¿Puaj, qué es esa peste milord? Deberíais azotar a los siervos para que se esmeren en la limpieza, aquí apesta.-

El hombre ve que la cerradura ha sido forzada sin disimulo, su nerviosismo crece, y baja rápidamente a la bodega, el olor es más fuerte aquí, abre una disimulada puerta secreta tras unos viejos toneles, y el hedor es terrible viene de unas escaleras, baja con rapidez, para encontrar los restos de su fiel capataz Ubtao a medio pudrir, la sala secreta ha sido revuelta y alguien se ha llevado un montón de documentación comprometida. Otro de sus acompañantes parece muy nervioso:

- Milord, ésto es un serio problema, esos documentos pueden meternos en un lío de los gordos...-

- ¡Silencio! No hay nombres en esos documentos estúpido, alguien ha entrado en mi casa, alguien capaz.-

De una patada da la vuelta al cadaver, el resto retrocede, el aspecto de la criatura es horrible, tiene quemaduras en varias partes del cuerpo, que han saltado por los aires su reptiliana carne, gusanos y moscas ya se dan un festin con los restos. El hombre se tapa la nariz con un pañuelo, y examina detenidamente las heridas. Su voz sale fría, con un odio visceral:

- Ésto es obra de un hechicero, éstas heridas son de un conjuro sin duda, un hechicero ha entrado en mi casa, y se ha llevado mis pertenencias...-

Los acompañantes retroceden algo asustados y muy preocupados.

- Si ha entregado esos documentos en Cimbar, corréis serio peligro Milord.-

El hombre se queda un momento pensando.

- Le reunión de hoy queda cancelada, volved a vuestros quéhaceres habituales, nadie os relaciona con ésta hacienda, así que estáis a salvo, yo me ocuparé de ésto en persona, ahora debéis iros sin perder más tiempo. Yo tendré una charla con mis siervos a ver si saco algo...-

Los jinetes salen rápidamente de la hacienda igual que llegaron, el hombre sube los restos de su capataz, y pide a sus siervos que lo dejen en un cobertizo, sin duda las autoridades tendrán que examinarlo. Tras ello reune a los siervos de la mansión en un destartalado comedor.

Bien, alguien entró en la casa hace unas noches, hurgó en mis cosas, y asesinaron al pobre Ubtao.

Silencio en la sala, algunos siervos no pueden evitar que se les dibuje una sonrisa, corre un ligero murmullo, y se apaga.

- Bien, dado el estado del cadáver, lo mejor será quemarlo cuanto antes o podremos tener alguna desgracia más. En cuanto a éstos hechos (coge un látigo de mal aspecto), espero que alguno de vosotros me cuente algo que me interese, cualquier ruido, cualquier suceso extraño que ocurriera esa noche, o me veré obligado, contra mi voluntad, a azotar unas cuantas espaldas hasta que habléis.-

Varios siervos tiemblan, algunos mayores se orinan encima, conocen a su amo demasiado bien, y saben que cuando azota espaldas, lo hace a cociencia, varios de ellos tienen duras cicatrices en sus propias carnes, dejadas por el látigo del amo.

- Mi señor, yo escuché a los perros ladrar a altas horas de la noche, pero no le di importancia, a veces ladran, por cualquier cosa...-

- Yo creí escuchar crujidos en el porche, pero era muy tarde y creí que era parte de mi sueño, mi Señor.-

El imponente hombre, juega con el látigo, y mira fijamente a los que hablan.

- Bueno, eso no es nada extraño, ¿verdad?-

Observa fijamente a todos los reunidos, busca como un lobo al animal débil o herido, hasta que su mirada se clava en un siervo regordete, con la mirada fija en sus propios pies.

- Dejadme, estoy cansado y tengo que pensar, mandad un mensajero a la ciudad, con una carta que voy a escribir, saldrá ésta noche, Ahh...ésto Agatoclio, amigo, tú quédate un momentito.-

Agatoclio se echa a temblar, y casi se orina encima, todos los demás se van rápidamente con alivio de que no les ha tocado a ellos.

- Agatoclio, pareces nervioso, tu sin duda comes mejor que los demás ¿verdad? ¿alguna escapadita a la cocina por la noche quizás?-

El relleno hombre está a punto de llorar, y se echa a los pies de su Señor lloriqueando.

- Mi Señor...las raciones son escasas y yo no puedo resistir el hambre, lo confieso alguna noche que otra tomo unos trozos de pan de la despensa, pero no volv...-

El látigo se levanta y baja varias veces con crueldad y fuerza, Agatoclio es estampado contra el suelo por la fuerza de los impactos su miserable túnica se hace girones en su espalda y la sangre brota de tres limpios cortes. Agatoclio gimotea.

- Eso por robarme muchacho, y ahora dime ¿viste o escuchaste algo extraño hace unas tres noches? ¿Por casualidad andabas por las cocinas?-

- M...m...mi Señor no sabría decir...-

El látigo restalla de nuevo, ésta vez una sola vez, pero abre un profundo corte en la cara del desdichado siervo que se lleva las manos a la sangrante cara.

- Mi Señor, vi a una pequeña figura femenina salir de la despensa, pensé que sería una nueva sierva, y le dije que yo no diría nada si ella no decía nada, asintió y desapareció, no la pude ver bien porque estaba todo a oscuras, lo único que puedo decir es que era femenina, por los movimientos, y por la figura, diría que llevaba el pelo en una melena corta, y sus ojos tenían un extraño brillo rojizo, o eso me pareció...os juro que es todo lo que ví mi Señor...-

Los fríos ojos azules están clavados en Agatoclio, pero el Señor no dice nada más, sólo se le dibuja una preocupante sonrisa.

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Unos días después, amanece un bonito día en la hacienda, los siervos y esclavos trabajan en los cultivos, y cuidando de los animales. Repentinamente un grupo numeroso de jinetes irrumpe en la hacienda, van bien armados y portan el emblema de la ciudad de Cimbar, sus gestos son serios, y cabalgan con rapidez hacia la gran mansión. Un enorme capitán de cuidada barba y largos rizos desmonta, y se quita el yelmo, junto a él un escriba, y un gordo sacerdote también desmontan. Los soldados que parecen profesionales, desmontan, unos se ocupan de las monturas, otros montan guardia alrededor de la mansión, y otros escoltan a sus tres líderes hacia la puerta, que se abre antes de que llamen. El viejo Astapoulos los recibe con una débil sonrisa.

- Señores, Lord Morieth los esperaba con ansiedad, ha tenido varios ataques de pánico y está muy estresado, les ruego que sean comprensivos...pasen, por favor.-

El anciano los guía hacia un gran salón, ofreciéndoles agua y si quieren algo más, el enorme capitán lo mira con un gesto serio y responde que no. Entran en el gran salon, donde se encuentran a Lord Morieth, es un hombre alto y fuerte, de cabello negro perfectamente peinado en una trenza corta, y penetrantes ojos azules, está sentado junto a una mesa, bebe nerviosamente y se levanta enseguida al ver a las autoridades, tiembla y está muy pálido.

- ¡Loado sea Tchzzar, al fin han llegado!-

Les señala varias sillas junto a la mesa con gesto amable, y les ofrece vino, sólo el sacerdote acepta ‘una copita para el espíritu’. El enorme capitán deja varios documentos en la mesa, y habla sin rodeos:

- Capitán Crisóstomo de Cimbar Milord, nos ha llegado una preocupante información, en forma de documentos, el informante prefiere seguir en el anonimato, debido a la delicadeza del asunto, el caso es que la información apunta a ésta mansión y...-

- Capitán antes de que continuéis, supongo que las autoridades recibieron mi denuncia, me ausenté de la mansión unos días, y a mi regreso me enteré que unos miserables ladrones habían entrado intentando robar sin duda. Mi fiel capatáz Ubtao debió encontrarse con ellos y lo asesinaron de manera vil, encontramos su cuerpo en una alacena al cabo de días medio devorado por las alimañas.-

El escriba levanta sus pequeños ojillos de varios documentos, en los que va anotando rápidamente:

- ¿Vuestros siervos pueden corroborar ésta denuncia Milord?-

- Por supuesto, pueden ustedes hablar con ellos, he de añadir, que se descubrió una sala secreta de la que yo no tenía constancia, donde había extraños documentos y objetos que no me he atrevido a tocar (tiembla, parece muy asustado), creo que esos ladrones entraron en mis propiedades, y no debía ser la primera vez, parece que se reunían en esa sala...-

Los tres líderes se miran entre sí con cierta consternación, vuelve a hablar el capitán:

- Bien debemos examinar esa sala, y el cadáver de vuestro capataz para el informe.-

- Por supuesto, mis siervos les mostrarán la sala, yo no puedo volver allí, aún me asaltan las pesadillas cuando encontré al pobre Ubtao...el cadáver me temo que no será posible, dado el estado en el que lo encontramos, se decidió quemarlo, para evitar posibles plagas...-

El sacerdote asiente:

- Claro, es natural, yo habría hecho lo mismo, ¿os fijastéis en las heridas Milord?-

- Un poco, parecía tener zonas del cuerpo con profundas quemaduras, pero con las alimañas devorándolo no lo puedo asegurar...(ojos llorosos, trago de vino).

Los guardias registran la mansión de arriba a abajo, interrogan a los siervos, y examinan la sala secreta, donde no encuentran gran cosa, salvo una máscara de ‘Los Hijos de la Harpía’ y algunos documentos de poca importancia, si dan con un nombre, de un noble menor de la ciudad de Cimbar. Finalmente se van igual que han venido, diciendo al noble que contrate algunos guardias más, y que su denuncia se hará formal en unos días, debe presentarse en Cimbar para firmarla, a lo que el nervioso noble asiente y da las gracias a la patrulla. Finalmente un par de siervos fornidos lo llevan a su habitación pues se ha desmayado con tantas impresiones.

La patrulla cabalga de vuelta a la ciudad, y los tres líderes conversan, el capitán habla primero mirando a los otros dos:

-¿Y Bien?-

- Capitán no he detectado mentiras, creo que ese panoli estaba realmente afectado, y no tiene nada que ver con esta conspiración.-

- Yo no he detectado mal en él, así que estoy con el escriba Capitán, no es más que un noble estirado al que han dado un susto, sin duda han usado su mansión como cobertura, ya sabéis que esa secta de los Hijos de la Harpia son escurridizos e inteligentes...-

- Si, lo sé, lo sé, lo que me tiene muy escamado es que llevaban muchos años sin aparecer, mi padre me habló de ellos y yo pensaba que no eran más que cuentos para asustar a los niños, pero ya se ha visto que son muy reales. Bien éste noble, de buena familia queda fuera de toda sospecha, por ahora, daremos parte en la ciudad.-

La numerosa patrulla cabalga a buena marcha de vuelta a la ciudad de Cimbar, que anda muy alterada éstos días y hay que mantener el orden.

Los Hijos de la Harpía, han vuelto a Cimbar

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