martes, 29 de octubre de 2013

Los Intrusos han de morir...


El Duque se abrió paso lentamente a través del Bosque de los Huesos. Su montura, el corcel Yirgacel, caminaba lentamente por entre los árboles, evitando las ramas bajas, y no dejando ninguna huella en la nieve recién caída. El duque no utilizaba estribos, ni silla de montar alguna, ni tan siquiera una manta. Pero a pesar de ello y de encontrarse absorto contemplando y manoseando los restos de unas pieles, su equilibrio sobre el corcel era tan seguro y firme como el del mejor caballero de esos lares.
El Bosque de los Huesos susurraba y tintineaba a su alrededor, a medida que el viento hacía oscilar los centenares de esqueletos que colgaban de las ramas, y numerosos ojos observaban el progreso de montura y jinete, pero nadie les interrumpió el paso. Aunque peligrosas, las criaturas del bosque no estaban tan locas.
Finalmente, el Duque llegó a su destino. La mole del torreón se alzaba ante él, rodeada de los viejos muros cortina semi-derrumbados, con las piedras ennegrecidas – y en algunos sitios incluso medio fundidas – por un antiguo incendio.
El jinete descendió del corcel y lo acarició distraído mientras contemplaba sus pieles. Apenas prestó atención a la figura que se materializó repentinamente a su espalda.

-Bienvendiodevuelta,miseñor.Esperoquelacaceriafuesedevuestroagrado – exclamó la pequeña criatura a una velocidad tal que sus palabras eran apenas comprensibles.

-Ah, Celeris. Fue estupendamente. Encontré varios venados y un grupo de criaturas muy entretenidas de cazar. Orcos creo que se llaman. Me parece que sus pieles son muy llamativas. Tal vez me haga una capa con ellas – exclamo el Duque mostrando el fardo de pellejos verdes. En alguno de ellos era discernible incluso la piel de la cara de algún desafortunado orco.

-Mealegromucho,miseñor.Silodeseaisllamarealcurtidordeinmediato. – exclamo la pequeña criatura, obsequiosa pero mirando con asco las pieles – Noobstante… lamentodecirosqueelconsejodeinviernoosreclamaurgentemente.

El Duque suspiro levemente y entró en la fortaleza. Las diversas protecciones chisporrotearon levemente a su paso, pero le permitieron continuar su camino sin descargar los letales conjuros o trampas que contenían. Varios guardianes le franquearon así mismo el paso, de modo que finalmente el alto individuo llegó a una sombría estancia, donde otras criaturas le esperaban. Una de ellas, un sujeto enlutado en ropas tan oscuras que parecía envuelto en sombras se dirigió deferente a él.

-Ah, Duque. Os esperábamos

-Lord Hechicero… ¿A que tanta prisa?

-Hemos recibido importantes noticias. Me temo que vuestros enviados fallaron en el intento de secuestro del gobernante humano.

-Si. Me llegaron noticias de ello mientras me encontraba en las tierras humanas. ¿Qué sucedió exactamente?

-Si no estuvieseis tan ocupado quemando granjas, aterrorizando a miserables granjeros mugrosos y cazando a toda criatura inconsecuente que se cruzase en vuestro camino, lo sabríais – retumbó otra de las criaturas presentes. El Duque lo miró fríamente, pero donde otro se hubiese amedrentado ante tan glacial mirada, la criatura siguió imperturbable, y ni si tan siquiera pestañeo.

-Mis asuntos no son de vuestra incumbencia, Lord Observador. Ceñiros a vuestros cometidos que yo haré lo propio en los míos.

El aludido sonrió con una boca plagada de dientes como dagas y capaz de engullir a un humano de un bocado.

-Vuestros cometidos son difusos cuanto menos. Vos mismo os impusisteis la tarea de apoderaros del Lord Descubierto de la ciudad humana; o mejor dicho, la impusisteis sobre vuestros siervos. Ya expresé mi opinión que en este caso la Progenie Inferior hubiese hecho un mejor trabajo encargándose ellos mismos del asunto, con sutileza y sigilo, y no sirviendo meramente como apoyo a vuestros descerebrados matones. En la ciudad humana hay gente capaz y de poder, suficientemente hábiles para derrotar a criaturas poderosas… y más aún si su plan se limita a entrar a golpes e intentar echar un saco sobre la cabeza de la víctima - comentó con una voz fría y analítica.

-Maldita pelota engreída – gruño amenazante el Duque. Sus ojos brillaron con un tono azul gélido y la temperatura en la sala descendió rápidamente – ¿Te crees que mis hombres no tenían plan alguno? ¿Quién eres tú para juzgar las acciones de tus mejores? Tal vez debiera enseñarte como mostrar el debido respeto a tus superiores

Un sonoro golpe de bastón sonó por la sala, frenando en seco a las dos criaturas, que parecían a punto de enzarzarse en una pelea.

-Por favor. Calma – interpuso el Lord Hechicero con voz serena – Tenemos cosas mucho más urgentes que reprocharnos pasados fallos y pelearnos entre nosotros.

El Duque y su antagonista volvieron a adoptar una actitud menos beligerante, pero las miradas de ambos mostraban que ninguno de los dos se olvidaba del asunto, y que ya ajustarían cuentas más adelante.
Otra figura, acorazada y situada cerca del Lord Hechicero, envainó sonoramente el pesado espadón que había sacado durante el intercambio. Sus ojos, brillantes orbes rojos, contemplaron a los presentes irritados.

-Si han terminado ya con sus bravatas, señores, sería conveniente oír lo que tiene que decir el Lord Hechicero. Además, en un plan tan complicado como el que estamos ejecutando, los fallos son inevitables. Especialmente si tenemos que recurrir a emisarios y subordinados. ¿Quién entre nosotros puede jactarse de haber ejecutado a la perfección su parte del plan? Nadie

-Lady Margolia; sois la voz de la razón – exclamo otra mujer, elegantemente vestida de níveo blanco. – Dejemos estas peleas sin sentido y oigamos lo que tiene que anunciar el Lord Hechicero. Después de todo nos jugamos mucho para perder nuestro tiempo y energías en necios conflictos entre nosotros. ¿Acaso no somos aliados? ¿Acaso no perseguimos el mismo fin?

Los presentes asintieron y afirmaron positivamente, si bien varios de ellos no pudieron evitar el sonreír irónicamente – o su equivalente – ante esas palabras. Sin embargo, como muchos portaban máscaras o directamente poseían rostros no humanos, se guardaron las composturas.

-Muchas gracias, mis damas. Bien. Como iba indicando, nos han llegado importantes noticias. La primera era relativa al fracaso en Palacio. Pese a la habilidad de los enviados del Duque y la astuta labor de corrupción realizada por la Progenie Inferior, el secuestro fracasó. Aparentemente no contamos plenamente con la habilidad marcial del objetivo, y mucho menos con la presencia en la fiesta de sujetos de gran poder arcano. Fueron estos los que realmente desbarataron nuestros planes. Nos las arreglamos para que el Blackstaff y sus magos más poderosos no estuviesen presentes en la fiesta, y no tuvimos en cuenta la posible presencia de otros factores.

-¿Quiénes fueron exactamente los factores desconocidos? – Preguntó el denominado Lord Observador.

-Unos aventureros de gran renombre y considerable poder que ya se han inmiscuido en nuestros planes en varias ocasiones. A saber, la hechicera Jhaelryna Viconia, la sacerdotisa Mara de Istisia y el infame mago y ladrón, Hook El Infame.

-La hechicera y la sacerdotisa son las que arrebataron la Calavera de Cristal a mis agentes en Skullport y comenzaron a investigar sobre ella – manifestó fríamente el Lord Observador –. El que posteriormente se hayan visto involucradas en el desmantelamiento de varios de nuestros planes no puede ser casualidad. Por lo tanto se debe conjeturar con una probabilidad de siete sobre diez que deben estar al tanto de ellos, o al menos de parte de ellos. Son un peligro para la consecución final de nuestros objetivos y deben ser eliminadas

-En efecto – interrumpió otro sujeto, un individuo con voz pastosa y un aspecto malsano, con carne flácida de color amarillento y un aspecto general bastante desagradable. – Sin ninguna duda saben algo. Mis subordinados lograron arrebatarles la calavera en el monasterio de Candlekeep, pero no consiguieron eliminarlas. Es probable que alguno de los estudiosos de esa biblioteca pudiese darles suficiente información para que atasen cabos y percibiesen nuestras intenciones

-Por lo que indicáis, esas dos hembras son peligrosas para nuestros objetivos. – Interpuso otro de los presentes – Deberíamos tomar las suficientes medidas para evitar futuras injerencias hacia nuestros planes.

-No es nada fácil eso que decís. – Exclamó el individuo de desagradable aspecto – Mis enviados fracasaron en su intento de eliminación, y uno de ellos murió. Uno de los caballeros de Lady Margolia fue destruido. Incluso un intento de secuestro por parte de uno de los sicarios aéreos hacia la hechicera también acabó en desastre. Cualquier otro individuo hubiese caído ante el poder de nuestros enviados, pero esas dos continúan en pie y siguiendo nuestros rastros, persistentes como sabuesos.
“Me temo que uno de nosotros, uno de los miembros de este Consejo, tendrá que encargarse personalmente de ellas. Y también del tal Hook y de todos aquellos que puedan conocer nuestros planes. Nuestra seguridad así lo exige.

Los presentes murmuraron entre ellos inquietos.

-Tarea nada fácil la que proponéis, Lord Socavador – dijo el Lord Hechicero con voz solemne –. Tanto el Lord Observador como yo mismo fuimos testigos del poder de esos sujetos, y tuvimos que retirarnos para combatir en una posición más ventajosa. Un único miembro del Consejo no podrá con ellas, y menos si están acompañadas por Lord Hook y algún otro aliado. En el enfrentamiento que tuvimos bajo las criptas del cementerio no estaban solos esos tres; les acompañaba otro hechicero de considerable poder, del cual no tengo noticia ni información alguna.
“¡No, Duque! No os irriteis. No digo que vos no pudieseis acabar con ellos, si así os lo propusieseis, pero sería arriesgado y gastaríais gran cantidad de energía. Energía que necesitamos para mantener controlada a vuestras hordas.

El Duque se encogió de hombros.

-Como digáis, Lord Hechicero. Pero el hecho de que me crea capaz de acabar con esos necios no implica que esté deseoso de hacerlo. Las luchas prolongadas con la plebe me cansan, y por lo que tengo entendido, un combate contra esa gente sería una larga sucesión de peleas contra los sicarios de la sacerdotisa, y mientras esos cobardes me intentarían bombardear con todo tipo de magia. Eso me aburre. No, gracias. Que se encargue otro.

-¿Por qué molestarnos? – Preguntó la mujer de blanco – Nuestros planes ya están muy avanzados. Centrémonos en su conclusión y permitamos que mordisqueen los bordes de nuestra tupida red… Cuando lleguen al centro ya será demasiado tarde.

-Querida mía. Mucho me temo que esa ya no es una opción. – Contesto imperturbable el Lord Hechicero – Hace menos de una hora uno de los vigías vio explosiones en la Montaña-Muro. No hace falta mucha imaginación para saber quien puede haberlas causado. Además, yo mismo percibo como profundas depresiones en el telar se aproximan a esta fortaleza. Los intrusos están escudados por capas de magia protectora y hechizos de encubrimiento, pero no obstante no pueden ocultar su peso relativo en el Telar Mágico; el suyo y el de los objetos de poder que portan. 
"No, los intrusos están a nuestras puertas.

Ante esas palabras, varias de las figuras se giraron hacia las escaleras, como si esperasen ver aparecer a los temidos aventureros, y hubo gritos de furia o alarma. Un único bastonazo en el suelo por parte del Lord Hechicero impuso de nuevo el silencio.

-Calma, hermanos. La presencia de los intrusos es un inconveniente, pero no una catástrofe. Aún tienen que cruzar la extensión del Bosque de los Huesos y sus múltiples guardianes. Tarea nada fácil; especialmente cuando buena parte de las hordas del Duque se están congregando ahí…
“Además, sabiendo que tendríamos que enfrentarnos a la hechicera Jhaelryna y a su aliada, me tome la libertad de estudiar sus historiales. He encontrado datos interesantes sobre nuestras molestas intrusas, y eso me ha dado la idea y oportunidad para crear un… digamos, un enviado que le resultara poco grato a nuestra amiga hechicera.

Con un teatral gesto, su bastón señaló una pared de la sala, que se transformó en una cortina ondulante y transparente, mostrando la imagen de una enorme criatura, que se agitaba furiosa en una profunda celda. Incluso los poderosos individuos que componían el Consejo de Invierno se mostraron impresionados.

-Esa bestia podría demoler un ejército entero – manifestó el hombre de apariencia desagradable – Sin ninguna duda podrá encargarse de nuestros indeseados visitantes.

-Estimo las posibilidades de que eso ocurra únicamente en dos sobre diez. No obstante, las posibilidades de que mate al menos a uno de los intrusos aumentan a seis sobre diez. Y aunque fracasase, sin ninguna duda supondrá una merma en los recursos de nuestros oponentes – manifestó con voz atona el Lord Observador.

-Que así sea – Confirmó el Duque.

El resto de miembros de consejo asintieron o expresaron su conformidad, a excepción de la figura acorazada, que pareció mostrar cierto rechazo; sin embargo, ante la expectación de sus acompañantes finalmente hizo un ligero gesto afirmativo.

-¡Entonces estamos de acuerdo!

Con un movimiento del bastón, en una pared de la celda se abrió una puerta. La bestia se precipitó hacia ella, y desapareció rápidamente. El Lord Hechicero sonrió satisfecho.


Muy pronto su bestia encontraría al grupo de intrusos, y vaya sorpresa se llevaría la entrometida hechicera Jhaelryna Viconia. 
Lástima no estar allí para verla, pero tenía asuntos más urgentes que atender.


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