viernes, 17 de mayo de 2013

RECUERDOS DE UN HALFLING IV: ... Y FUERA


La tormenta tronaba a lo lejos, descargando su furia en dirección Oeste, hacia el mar. Hacía no demasiado había azotado esas tierras, dejando lluvias torrenciales, iluminando la noche con el fulgor de sus rayos. Ahora la furia de la tormenta había pasado, dejando los riachuelos casi desbordados y el terreno cenagoso. Una luna creciente iluminaba tímidamente la zona cuando su resplandor no se veía cubierto por los jirones de nubes, rezagados de la gran tormenta, que arrastraba el viento.
Un búho plateado vigilaba su zona de caza desde un roble situado en una estratégica posición, dominando el cercano riachuelo y su vereda, así como los amplios prados que circundaban el alto muro que protegía una colosal edificación a no demasiada distancia.
Los búhos plateados eran endémicos del bosque de Ardeep, y eran unas maravillosas criaturas, de gran tamaño y notoria inteligencia. Según muchos estudiosos, miles de generaciones de residencia en las tierras faéricas de Ardeep les habían dotado de una naturaleza casi-mágica y de la inteligencia que esta conllevaba.

Este búho en concreto era conocido entre sus congéneres como Ojo Agudo, y hacía honor a su nombre, ya que poco pasaba en sus tierras sin que lo percibiese. Además de por su buena vista, Ojo Agudo era conocido por su extrema curiosidad, y ésta hacía que estuviese sorprendentemente satisfecho con como se estaba desarrollando la noche.
La tormenta le había impedido cazar durante varias horas, y cuando esta remitió, el sonido de cuernos y griterío procedente del gran edificio humano había mantenido a cubierto a las posibles presas. Sin embargo, ese tumulto procedente del normalmente silencioso edificio había sorprendido al curioso pájaro y exacerbado su curiosidad hasta tal punto que no había gruñido ante la falta de presas.
Sin embargo, la cosa no se había quedado allí. Al cabo de un rato las puertas del complejo se habían abierto, y una multitud de humanos habían salido a la noche, portando antorchas, gritándose unos a otros con sus poco armoniosos vozarrones y llevando aulladores perros. Habían registrado el prado y los bosquecillos de manera frenética y luego se separaron en grupos, internándose en bosques y cultivos y dirigiéndose con grandes prisas hacia la gran ciudad al Oeste.

Ojo Agudo había contemplado con enorme interés esos sucesos, preguntándose qué les pasaría a los humanos para que estuviesen tan nerviosos. Sin embargo, ya habían pasado varias horas desde que se habían marchado, y su atención había vuelto a encontrar algo con que cenar esa noche. Llevaba un buen rato contemplando a varios ratones campestres – buscando el momento adecuado en el cual se distrajesen lo suficiente como para caer sobre ellos – cuando un nuevo evento le sobresalto y mandó corriendo a los asustadizos roedores a sus madrigueras.
Una tubería que desaguaba en el cercano arroyo comenzó a borbotear sonoramente. Su anteriormente estable flujo de cenagosa agua aumentó su caudal, arrastrando gran cantidad de limo y barro y generando algo similar a una oleaginosa ola. Parecía que algo empujaba el agua y el barro de la tubería hacia el exterior.
El curioso búho se olvidó de los ratones y de su frustrada cena y fijó su atención en ese nuevo suceso. De ese modo pudo ser testigo de un insólito suceso que le dio mucho de que hablar ante sus congéneres durante varias lunas.

El borboteo se hizo más frenético, y unas pequeñas manos surgieron de la tubería, agarrándose firmemente a su borde exterior. Entre gemidos y jadeos surgió poco a poco una pequeña figura, demacrada y completamente cubierta de repugnante fango y otros innombrables fluidos. Tan cubierto de maloliente roña estaba que parecía uno de los fabulosos hombres de barro de los cuentos para niños. Únicamente los ojos, brillantes y enloquecidos, eran visibles y demostraban que se trataba de un ser vivo.

-¡Libre! ¡Por fin libre! – Farfulló la criatura con un grito infrahumano.

Sus dos brazos se levantaron hacia el cielo, y para más teatralidad aún (y para gran gozo de Ojo Agudo) justo en ese momento un rayo iluminó la escena con gran dramatismo y un trueno resonó con colosal estruendo.
Si supiese de la costumbre humana ante los espectáculos, el búho hubiese aplaudido entusiasmado. Y más contento aún estaría si supiese la identidad de la pequeña figura que, cojeando y maldiciendo, se arrastraba lentamente hacia Waterdeep, eludiendo las patrullas que le buscaban afanosamente. Este era uno de esos sucesos que, como los poetas afirmaban, agitaban los Reinos y hacían tambalear las cancillerías.
O cuanto menos hacían temblar a los interesados en sus pantalones.

Bertrand Pies-Belludos “el Horrible” volvía a estar en libertad, tras muchos meses de penurias y una fuga de las que se forjaban las leyendas: Había logrado escapar de los calabozos de la fortaleza que era el manicomio de “Los Brazos de Mystra”, incapacitado a varios enormes celadores a golpes con un hueso de costilla de cordero, y finalmente excavado durante horas por entre la repugnante mugre del laberíntico sistema de cloacas del manicomio hasta encontrar una salida. Nadie más que un halfling (famélico por añadiduría) hubiese logrado pasar por esa infernal red de estrechas tuberías. Y solo alguien con la determinación de Bertrand hubiese afrontado semejante calvario.

Y muy pronto tomaría cumplida venganza de los responsables de sus desdichas…

1 comentario:

DSR dijo...

Grande, grande, grande, a pesar de ser un halfling! Este con tanta perseverancia acabará con todos nosotros!
Muy bueno!